«Sin castigar el error, logran que menos alumnos repitan»
Éste es el sugerente título del artículo publicado en el diario argentino Clarín y que paso a comentar.
El citado artículo esboza de manera breve un proyecto llevado a cabo en colaboración con la Unesco y la Universidad privada argentina de San Andres, que se lleva a cabo actualmente en 132 escuelas del país.
La cantidad de repetidores bajó un 66 % en 3 años. El proyecto indaga en por qué los chicos se equivocan. Otros expertos hablan de los límites de esta metodología.
Un chico que está aprendiendo los números escribe “302” cuando se le pide que haga el “32”. La explicación se ve al ponerlo en palabras: treinta y dos. ¿Qué hacer para corregir el error? ¿Sancionarlo con rojo o preguntarse por qué el alumno se ha equivocado? Por la segunda vía, un grupo de escuelas argentinas redujo un 66% en tres años la cantidad de chicos que repiten de grado.
En el caso del número 32, el docente buscó un elemento concreto que le quitara abstracción a la cifra. Hizo observar al chico el día 31 en un calendario y le pidió que lo intentara otra vez. La respuesta entonces fue la correcta. “A la humanidad le llevó miles de años crear los números. No podemos pretender que los alumnos los aprendan en días”, dice a Clarín Horacio Itzcovich, uno de los coordinadores del proyecto Escuelas del Bicentenario.
El proyecto consiste básicamente en tomar los errores de los estudiantes como elemento central del proceso de aprendizaje. ¿Qué significa esto?
No ‘castigar’, desenmarañar y descubrir el motivo que ha llevado al estudiante a cometer ese error, a ponerlo en contexto y analizarlo para que lo vuelva a cometer, no limitándose exclusivamente a poner una nota y poner examen tras examen sin analizar las causas de los errores cometidos por el alumnado.
Los errores más comunes están relacionados con creencias de los chicos o conocimientos del sentido común que no se aplican al saber académico (ver “Las causas, objeto…” ).
El artículo ofrece un dato que deberías darnos que pensar a todos los docentes:
Hasta 2007, cuando empezó a funcionar este plan, existían sólo iniciativas aisladas que dependían más de la voluntad de cada docente que de un proyecto a largo plazo. Un estudio del Ministerio de Educación sobre los cuadernos de clase de alumnos primarios concluyó que en apenas tres de cada diez escuelas existen docentes que usan esta metodología .
¿No es para meditar y reflexionar sobre la practica docente?
El tema está de actualidad y es motivo de debate en el seno pedagógico. El punto de partida es no castigar inmediatamente y de manera irreparable el error, sino aprovecharlo, cuando surja, para convertirlo en herramienta de enseñanza.
Para los más escépticos y preocupados por las calificaciones numéricas, no deben temer nada puesto que: “Notas y evaluaciones no dejan de existir, pero hay una instancia más importante que le permite entender al alumno por qué se equivocó”.
El programa logró reducir el número de repetidores del 15% de media inicial al 5,1%, es decir por debajo de la media nacional argentina, que se sitúa en el 6,4%. Además, la receta parece un antídoto contra la frustración: el abandono bajó un 76% .
Fundamentos
“Si el error se sanciona el chico se inhibe, lo que le impide aprender a pensar”, dice Silvina Gvirtz, directora del proyecto y aporta un dato elocuente: el 30% de los chicos de 15 años no comprende un texto sencillo.
María Elena Cúter, otra de las coordinadoras del proyecto, agrega que “los niños, conscientes de que escriben con errores, evitan la sanción dejando de escribir; conocedores de que leen con errores, están más pendientes de ‘decir bien las letras’ que de entender el contenido de un texto. Y, si esto ocurre, nuestros propósitos no se alcanzan”.
Acerca de los límites de esta metodología
Otros expertos, sin embargo, hablan de los límites de esta metodología. “El por qué se equivocó un alumno lo podés analizar chico por chico si trabajás con un grupo reducido. Pero si trabajás con un grupo grande, como mucho les podés hacer una devolución de lo que sería la respuesta correcta. Para hacer algo más harían falta clases de apoyo”, afirma una docente de una prestigiosa escuela bilingüe de zona Norte que prefirió no identificarse.
Y otro elemento a tener en cuenta en el debate: “Hay que tener cuidado, porque muchas veces los alumnos terminan aprobando todos con cero esfuerzo. No hay que caer en el facilismo ni empujar el nivel para abajo. Nosotros trabajamos con el error, pero hay límites que pasan por lo individual de cada alumno y hay que marcarlo. No podemos creer en la utopía de que todos van a entender todo de la misma manera”.
«Errores» y «horrores»
Horacio Sanguinetti, ex rector del Colegio Nacional de Buenos Buenos Aires, explica su postura al respecto. “Las teorías que buscan comprender por qué se equivocan los alumnos son bastante recientes. En la época en la que yo estaba al frente del colegio había diferentes metodologías, según el profesor –recuerda–. Por mi parte, creo que siempre debe existir un límite de hasta donde se puede perdonar un error y cuándo éste debe ser sancionado. Cuando el disparate es enorme, realmente no queda otra. A veces los alumnos muestran una ignorancia tal, como ubicar a San Martín en la época del Cid, que no se puede pasar por alto”. Errores y horrores.
Algunos errores típicos del alumnado.
LenguaAl leer, los chicos decodifican pero no comprenden el texto. De esta manera, muchas veces no entienden lo que se les pide al plantear un ejercicio.El lenguaje coloquial (influenciado por los sms y el chat) se traslada a lo académico.MatemáticaAl comparar dos fracciones: 1/2 y 1/3 sospechan 1/3 es más grande porque 3 es mayor que 2. Transfieren ideas de los números naturales a los números racionales.CienciasPiensan que las personas viven adentro del planeta Tierra y no sobre la superficie.