«Sin castigar el error, logran que menos alumnos repitan»
Éste es el sugerente título del artículo publicado en el diario argentino Clarín y que paso a comentar.
El citado artículo esboza de manera breve un proyecto llevado a cabo en colaboración con la Unesco y la Universidad privada argentina de San Andres, que se lleva a cabo actualmente en 132 escuelas del país.
La cantidad de repetidores bajó un 66 % en 3 años. El proyecto indaga en por qué los chicos se equivocan. Otros expertos hablan de los límites de esta metodología.
Un chico que está aprendiendo los números escribe “302” cuando se le pide que haga el “32”. La explicación se ve al ponerlo en palabras: treinta y dos. ¿Qué hacer para corregir el error? ¿Sancionarlo con rojo o preguntarse por qué el alumno se ha equivocado? Por la segunda vía, un grupo de escuelas argentinas redujo un 66% en tres años la cantidad de chicos que repiten de grado.
En el caso del número 32, el docente buscó un elemento concreto que le quitara abstracción a la cifra. Hizo observar al chico el día 31 en un calendario y le pidió que lo intentara otra vez. La respuesta entonces fue la correcta. “A la humanidad le llevó miles de años crear los números. No podemos pretender que los alumnos los aprendan en días”, dice a Clarín Horacio Itzcovich, uno de los coordinadores del proyecto Escuelas del Bicentenario.
El proyecto consiste básicamente en tomar los errores de los estudiantes como elemento central del proceso de aprendizaje. ¿Qué significa esto?
No ‘castigar’, desenmarañar y descubrir el motivo que ha llevado al estudiante a cometer ese error, a ponerlo en contexto y analizarlo para que lo vuelva a cometer, no limitándose exclusivamente a poner una nota y poner examen tras examen sin analizar las causas de los errores cometidos por el alumnado.
Los errores más comunes están relacionados con creencias de los chicos o conocimientos del sentido común que no se aplican al saber académico (ver “Las causas, objeto…” ).
El artículo ofrece un dato que deberías darnos que pensar a todos los docentes:
Hasta 2007, cuando empezó a funcionar este plan, existían sólo iniciativas aisladas que dependían más de la voluntad de cada docente que de un proyecto a largo plazo. Un estudio del Ministerio de Educación sobre los cuadernos de clase de alumnos primarios concluyó que en apenas tres de cada diez escuelas existen docentes que usan esta metodología .
¿No es para meditar y reflexionar sobre la practica docente?
El tema está de actualidad y es motivo de debate en el seno pedagógico. El punto de partida es no castigar inmediatamente y de manera irreparable el error, sino aprovecharlo, cuando surja, para convertirlo en herramienta de enseñanza.
Para los más escépticos y preocupados por las calificaciones numéricas, no deben temer nada puesto que: “Notas y evaluaciones no dejan de existir, pero hay una instancia más importante que le permite entender al alumno por qué se equivocó”.
El programa logró reducir el número de repetidores del 15% de media inicial al 5,1%, es decir por debajo de la media nacional argentina, que se sitúa en el 6,4%. Además, la receta parece un antídoto contra la frustración: el abandono bajó un 76% .
Fundamentos
“Si el error se sanciona el chico se inhibe, lo que le impide aprender a pensar”, dice Silvina Gvirtz, directora del proyecto y aporta un dato elocuente: el 30% de los chicos de 15 años no comprende un texto sencillo.
María Elena Cúter, otra de las coordinadoras del proyecto, agrega que “los niños, conscientes de que escriben con errores, evitan la sanción dejando de escribir; conocedores de que leen con errores, están más pendientes de ‘decir bien las letras’ que de entender el contenido de un texto. Y, si esto ocurre, nuestros propósitos no se alcanzan”.
Acerca de los límites de esta metodología
Otros expertos, sin embargo, hablan de los límites de esta metodología. “El por qué se equivocó un alumno lo podés analizar chico por chico si trabajás con un grupo reducido. Pero si trabajás con un grupo grande, como mucho les podés hacer una devolución de lo que sería la respuesta correcta. Para hacer algo más harían falta clases de apoyo”, afirma una docente de una prestigiosa escuela bilingüe de zona Norte que prefirió no identificarse.
Y otro elemento a tener en cuenta en el debate: “Hay que tener cuidado, porque muchas veces los alumnos terminan aprobando todos con cero esfuerzo. No hay que caer en el facilismo ni empujar el nivel para abajo. Nosotros trabajamos con el error, pero hay límites que pasan por lo individual de cada alumno y hay que marcarlo. No podemos creer en la utopía de que todos van a entender todo de la misma manera”.
«Errores» y «horrores»
Horacio Sanguinetti, ex rector del Colegio Nacional de Buenos Buenos Aires, explica su postura al respecto. “Las teorías que buscan comprender por qué se equivocan los alumnos son bastante recientes. En la época en la que yo estaba al frente del colegio había diferentes metodologías, según el profesor –recuerda–. Por mi parte, creo que siempre debe existir un límite de hasta donde se puede perdonar un error y cuándo éste debe ser sancionado. Cuando el disparate es enorme, realmente no queda otra. A veces los alumnos muestran una ignorancia tal, como ubicar a San Martín en la época del Cid, que no se puede pasar por alto”. Errores y horrores.
Algunos errores típicos del alumnado.
LenguaAl leer, los chicos decodifican pero no comprenden el texto. De esta manera, muchas veces no entienden lo que se les pide al plantear un ejercicio.El lenguaje coloquial (influenciado por los sms y el chat) se traslada a lo académico.MatemáticaAl comparar dos fracciones: 1/2 y 1/3 sospechan 1/3 es más grande porque 3 es mayor que 2. Transfieren ideas de los números naturales a los números racionales.CienciasPiensan que las personas viven adentro del planeta Tierra y no sobre la superficie.
La repetición de curso es totalmente innecesaria y absurda. Se supone que si este saca malas notas, debe volver a hacerlo todo el curso que viene hasta que le quede en la cabeza todo. Y los deberes son una pérdida de tiempo, pues no dejan a los estudiantes hacer sus actividades en su tiempo libre y no les hacen aprender tal como debería de ser.
Sabeis si existe algún manual en que se recogan los errores más frecuentes de los alumnos en secundaria?
Gracias
No conozco ninguno María. Siento no poder ayudarte.
«I have not failed 1,000 times. I have successfully discovered 1,000 ways to NOT make a light bulb.» Thomas Edison
Perdón, la imagen no ha salido, aquí la teneis:
http://jaio.net/dibujos/ojosdeninhio11.jpg
Saludos!
Hola a todos y todas! Antes que nada, Luis Miguel, gracias por este magnífico debate que has generado y por compartir ese estupendo artículo. Mientras que lo leia recordaba una estupenda viñeta de FRATO:
Sin duda, muchas veces tratamos que nuestros alumnos y alumnas se conviertan en meros receptores de información incapaces de tratarla, entenderla y por que no, ponerla en duda. Cuando dejamos que sean ellos y ellas mismas quienes aprenden en base a sus errores considerándolos como una oportunidad y no como un obstáculo, es cuando entonces realmente tendrán y disfrutaran de un aprendizaje significativo y gratificante. Pero para ello, nuestra perspectiva evaluativa cuantitativamente, debe desaparecer y que para ello desaparezca es necesario que no distanciemos de lo sencillo, de lo estipulado y de lo que siempre hemos hecho por regla general… dejar que las editoriales decidan lo que es mejor para nuestros alumnos y alumnas, ese es nuestro primer y peor error. Comencemos por cambiarlO!!!
Un abrazO!
Bueno, amigxs. como dije querría continuar el comentario anterior, mas de tipo general, con otro más particular. Nos dicen que teniendo en cuenta el error y partiendo de él conseguiremos mejores resultados en la evaluación, menor número de repetidores y menor abandono escolar; objetivos muy loables y necesarios, pero y el aprendizaje ¿se mejoarará?, porque estaremos de acuerdo que este objetivo es superior a los antenriores y si se diera, lo otro caería por su peso.
Estoy convencido de que el uso de estas metodologías y otras del mismo tipo o diferentes, donde el protagonista sea el alumnado y las formas de acercarse al conocimiento significativo sean las propias y no las que el profesorado considere como únicas posibles para aprender, es lo mejor que puede pasar al aprendizaje. Ahora bien hemos de tener un cuidado exquisito con el uso de estas metodologías sin reflexionar como funcionan y como se implementan en el contexto educativo donde se utilicen. Sinceramente, creo que, a pesar de lo que algunos dicen, la reflexión sobre la práctica educativa es tan importante como inexistente en nuestros centros y, por ejemplo, debates como éste y otros que se puedan producir aquí o en cualquier lugar y en cualquier momento son imprescindibles para sustentar una buena teoría educativa que dé razones externas a los que profundamente estamos convencidos que la escuela y la educación escolar es la última oportunidad que tienen algunas personas para ser mejores y crecer de manera real.
Voy a trasladar este debate a otros lugares que son diferentes al que compartimos y que creo podrá enriquecerlo. Pronto en http://www.jochimet.es
Enhorabuena a Luis Miguel por abrir esta caja de pandora.
Sinceramente no sé muy bien que puedo decir que no se haya dicho ya mucho mejor, pero quiero contribuir a este interesante debate que nos ha acompañado a lo largo del mes de agosto con esta pequeña reflexión. ¿Aprender del error?, que bueno es eso, sólo tenemos que pensar un poco y nos daremos cuenta de que las mejores lecciones que nos ha dado la vida tienen su origen en algún error. Lo que es cierto es que no estamos preparados para aplicarlo en nuestras aulas. Estamos inmersos en una cultura que potencia lo perfecto al experto, el especialista, el que no comete errores y por tanto hay una tendencia a maquillar, ocultar o avergonzarse de los fallos. El deporte, la música, el ballet, el cine… pagamos un dinero para asistir a eventos en los que esperamos «no se cometan errores», «el mejor es el que no se equivoca», es el mensaje que recibimos una y otra vez. Y si alguien importante, rico o famoso (da igual) comete algún error inmediatamente se destaca intentando ridiculizarlo, con comentarios burlescos a los que inconscientemente nos sumamos con demasiada facilidad. No nos damos cuenta de que interiormente nos alegramos de que el ídolo también tenga fallos porque eso lo hace mucho más humano. Y esto es lo que deberíamos de llevar a las aulas, porque si nos ponemos ahora en la piel de uno de los adolescentes con los que trabajamos cada día liberarse de la presión que supone la vergüenza y el miedo que muchos tienen a equivocarse permitiría aprovechar mucho mejor su intuición y su creatividad. Tenemos mucho por hacer, mucho que cambiar metodología, evaluación, motivación…. Hay que mantener la ilusión en que se puede conseguir por eso encontrarse en un lugar como este con gente que pone cada día su granito de arena para que las cosas mejoren es tan esperanzador.
Enhorabuena Luis Miguel por haber dinamizado este interesantísimo debate. Un abrazo
Carmen @flosflorum
Tengo sólo dos ideas claras al respecto, y las dos las ha expuesto ya, y mucho mejor, Mario Aller.
La primera es, ¿cómo vamos a hacer que el alumno aprenda del error si nosotros, sus profesores, no lo hacemos?. Como profesores, no tenemos costumbre de pensar ¿qué es lo que he hecho mal hoy en clase? Solemos echar la culpa a las familias, a la falta de material, a la LOGSE, al inspector y hasta al tiempo que hace…
Por lo tanto, la primera idea es ¡QUE NOS FALTA PRÁCTICA!
La segunda es que hay que EVALUAR LOS RESULTADOS Y NO A LOS ALUMNOS. Me parece una apreciación importante, ya que de no marcar esa diferencia, el alumno puede sentirse atacado y cerrarse en banda, siendo así contraproducente nuestra evaluación. No personalicemos, ni hagamos leña del árbol caído cuando evaluemos; recordemos siempre que estamos evaluando productos, no personas. Recordemos también que no se equivocan para fastidiarnos a nosotros, parece una obviedad, pero todo sería más efectivo si recordamos eso.
Así que voy a escribir en mi tablón de anuncios de clase: EVALÚATE A TI MISMA y RESPETA A TUS ALUMNOS. Creo que recordándome eso cada día podré encarar mejor la difícil tarea de enseñar evaluando.
El quee avisa no es traidor, voy a comentar el post, me he leído algunos comentarios, pero no los suficientes, como para no repetirme en algo que ya se haya dicho, ni tampoco para contradecir lo que otros y otras hayan dicho. Estoy encantado de poder comentar este tipo de post.
En primer lugar habría que paraafrasear un célebre dicho de tal manera que dijéramos «la metodología, estúpidos, la metodología». En los años que se llevan de reforma de sistemas educativos, se ha puesto de manifiesto que esos cambios no son nada sino cambian las metodologías y estas son las que menos cambian, tal y como se ha dicho por alguna comentarista. Yo mantengo que desde que aparecieron las PED (pruebas de evaluación de diagnóstico) hay una oportunidad manifiesta de que las metologías cambien de forma amplia, de forma que una mayoría de profesorado se apunte a estos cambios, aunque solo sea porque los resultados de las PED mejoren. A ello habría que añadir que es necesario una apuesta clara por parte de la administración en potenciar estos cambios a través de medidas de apoyo al profesorado de forma generalizada sobre libros de texto y sus aplicaciones, sobre evaluación en general. Aunque sea un comienzo muy general, es donde creo que se debe plantear y donde lo plantea el estudio que se menciona, en la necesidad de generalizar el uso de cierta metodología para la mejora de los resultados académkcos y/o del abandono escolar y como el uso de esa metodología es eficaz en este ámbito. Desde mi perspectiva este es el cambio necesario para una mejora de la educación escolar sea una realidad más o menos inmediata, pasar de las prácticas innovadoras y minoritarias a prácticzas más o menos generalizadas pero que mantengan un nivel suficiente de cambios metodológicos que aseguren esa mejora de resultados. Si no se consigue estos, seguiremos en el mismo sitio, profesorado innovador y minoritario trabajando a contracorriente y profesorado conservador y mayoritario tranquilo y satisfecho por su trabajo, sin que cambie nada o muy poco.
Seguiré más adelante sobre el fondo del cambio, ahora me es imposiblde.
Bonito debate el generado por los errores!
La verdad y siguiendo un poco con la línea de Mª Jesús, colega de especialidad musical, en música tenemos un amplio campo de experimentación, que desde los conservatorios y escuelas más académicas nunca se atrevieron ni siquiera a nombrar. Para estas, un solista debería ser perfecto y su interpretación jamás debería caer en el error, por lo tanto el error se traducía en un NO,y se dejaba pasar como una oportunidad para el aprendizaje duradero y consciente.
Desde otro punto de vista musical, que me interesa muchísimo más, distingo dos tipos de error en la actividad cotidiana. Los errores naturales que todos cometemos y que creo que pueden ser un punto de inflexión hacía el aprendizaje, los cuales no deben ser, como ya se ha recalcado por aquí, un momento para hacer énfasis en «mal» y buscar una salida necesaria e inevitable hacia «bien». Como si aprender fuera un botón con dos posiciones. Otras veces hay errores por descuido, por desgana o por pasotismo, errores de «me da igual» y «por mi así vale». Esos errores bajo mi punto de vista son más reprochables y tienen que ver más con el esfuerzo y la superación de cada uno. Si ahí no actuamos y no apoyamos el ánimo que se ve vencido por la desgana, flaco favor hacemos al alumnado.
Creo que los que solemos leer y disfrutar este blog estamos bastante de acuerdo en que el aprendizaje es más profundo y duradero si se consigue haciendo, esto es, realizando tareas, y no sólo memorizando textos y luego transcribiéndolos, más o menos reelaborados, en un examen.
Si estamos de acuerdo en que el alumnado tiene que hacer para aprender, tenemos que aceptar que se equivocará: una vez, o dos, o todas las que haga falta para entender cómo evitar ese error. Sólo no se equivoca nunca quien no hace nada.
En mis estudios de música he trabajado casi siempre de esa manera con las obras musicales: lectura inicial y posterior limpieza de errores. Cada error era una oportunidad de aprendizaje y no simplemente de ese fragmento musical, sino de una determinada dificultad técnica o expresiva que posteriormente encontré en decenas o centenares de otras obras musicales.
Creo que la capacidad de aprovechar a fondo el error es uno de los indicadores de la grandeza del profesor/a.
En mi experiencia de estudiante, los profesores «normales» se limitaron a señalar los errores y a invitarme a trabajarlos incansablemente para solucionarlos.
Sin embargo, la última profesora que tuve, Dora Bratchkova, siempre (y subrayo siempre) me estuvo indicando las causas e, implícita o explícitamente, la manera de solucionar esos errores (p.e. no te basta el arco para esa frase porque gastas demasiado en la segunda nota; desafinas ese fa porque no preparas el cambio de posición con el movimiento adecuado del pulgar, que es éste…).
Con docentes así se aprende muchísimo de los errores, y no me refiero sólo a tocar, sino también a aprender y a enseñar.
Hola Luismi, después de leer gran parte de los comentarios y estar de acuerdo con la opinión de bastantes de ellos me gustaría contar cómo el «error» en una clase práctica de música puede ser beneficioso cuando al final se consigue superarlo, como dice jjdeharo el sentimiento de recompensa es mucho más fuerte que el del castigo.
En una clase de práctica instrumental, donde todos interpretamos la misma melodía, al mismo tempo y respetando escrupulosamente el ritmo, los errores se notan mucho porque «cambian» la canción y ya no suena bien..entonces al alumno que se equivoca en alguna nota o se adelanta o no lleva el ritmo ¿Le castigamos??? Pues no…todo lo contrario, sacamos varios beneficios de esta equivocación (no sólo el alumno que se equivocó sino todos): mayor concentración, mayor motivación, mejor apreciación de la lectura musical, mejor audición, mejor adaptación al grupo, más afán de superación..ya que están todos unidos para que la música suene lo mejor posible. Es muy gratificante escuchar a 20 alumnos tocar juntos con el mismo objetivo..hacer música, se encuentran felices porque son todos igual de importantes.
Yo a lo errores en la ejecución instrumental no les doy importancia (de acuerdo con Diegogg en esa angustia en el conservatorio..), muchas veces estos errores, incluso, nos sirven para echar unas risas, recuerdo algunas clases en las que el mismo alumno se adelantaba siempre…y terminaban adelantándose varios, en plan solidario..y todos terminábamos riéndonos. Yo tengo claro que ridiculizando a un alumno o riñéndolo en exceso por sus errores jamás podrá hacer buena música porque estará angustiado y no disfrutará.
El aprendizaje musical no puede ser un suplicio, tiene que ser gratificante, que anime a mejorar, que no inhiba la espontaneidad, la improvisación, etc…. Las dificultades de los alumnos en este proceso se superan cuando tienen una motivación y no se les agobia en cuanto al tiempo que puedan tardar en conseguir los objetivos. En clase tenemos un ritmo de trabajo que sé que algunos alumnos no consiguen seguir al principio pero poco a poco, sin agobiar, van consiguiendo. Este curso he tenido un alumno con dificultades para tocar la flauta (por un problema físico), al principio le reñía porque no traía la flauta y él no traía la flauta porque yo le iba a reñir por tocar mal..Enfín! que un buen día le dejé «a su aire» y cuando terminó el curso había conseguido tocar todo el repertorio y se sabía de memoria la canción de Lady Gaga jajajjja, el caso es que la tocaba todo el rato, incluso cuando no era clase práctica y yo (y curiosamente nadie le decía que se callara..) le dejaba tocar porque me gustaba escuchar de fondo la música de un niño que, a priori, no iba a aprender a tocar y había llegado a disfrutar e, incluso, a presumir de tocar la flauta..increíble!
Creo, además, que el error tiene su punto de creatividad..la leyenda dice que el gran paso en la Historia de la Música de la Monodía (Canto Gregoriano) a la Polifonía (primeros Órganum) se debió a un «error» de un monje durante el Canto y puede que las primeras disonancias sin preparación fueran un error de un polifonista que olvidó la ligadura, o los acordes de 7ª M se debieran a algún pianista que no le llegaran los dedos a la 8ª o ¿Quién sabe? igual los Clúster surgieron cuando alguien se resbaló y su brazo cayó sobre el teclado..(esto no es leyenda…me lo acabo de ajajaja) el caso es que a veces algo nuevo o diferente puede parecer un error y ser un punto de partida, un nuevo camino para aprender..no debemos olvidarlo. Tendríamos que eliminar ese reflejo condicionado de error=tonto, error=hacer el ridículo, error=castigo, error=profe grita, error=algo muy malo, Así que para no errar me callo, no participo, me quedo con las dudas, no disfruto pero no me gritan… Pues Yo no quiero esto.
Saludos
mariajesús
POr cierto, el planteamiento que hace María me parece impecable. La elegancia de las ideas sin adornos. Chapeau!
Estoy con Manuela, yo creo, y lo he dicho muchas veces, que la legislación respalda completamente nuestra visión (que es bastante homogénea, con sus variantes) de la educación y los procesos de aprendizaje del alumnado, pero que somos nosotros los que limitamos su aplicación. Hay (¿mucho?) profesorado que se resiste, atrincherado, a la educación inclusiva y no selectiva, y mucho «aparato» administrativo (que no legislativo).
Jose Luis (Castillo), se trata, como sabes por lo que tú haces (que es de lo mejor, de lo más cañero y atrevido), se trata, digo, de que el Centro sea centro y no un conjunto de personas que trabajan en una misma dirección postal. Contra eso la inspección nada tiene que hacer.
Honestamente, creo que la ley está de nuestra parte…
Muy buen artículo, Jorge, y viene a cuento completamente. Preparamos al alumnado para la vida, y los errores y éxitos están en ella.
Visteis esto?
http://www.elpais.com/articulo/carreras/capital/humano/error/aprendizaje/elpepueconeg/20090301elpnegser_4/Tes
Respondiendo a Juan José de Haro, por supuesto que de lo que más se aprende (porque emociona) es de los aciertos y buenos resultados, se debe trabajar para que se consigan y esa debe ser la finalidad, y no regodearse en los errores. Sin embargo en cualquier proceso de aprendizaje hay fallos. Sólo hay que asumir que existen y forman parte del proceso, y ahí debemos estar para ayudar a corregirlos y encauzar la tarea hacia el éxito. Si esos errores no se tratan adecuadamente más difícil resultará llegar al éxito en los proyectos.
Hablando del éxito, también es importante resaltar que los problemas, al menos en el mundo real, no tienen una única solución prosible, que no sólo hay una única manera «correcta» de hacer las cosas, y que las soluciones pueden se múltiples y diversas. Lo mismo que los fallos y errores, que a veces se consideran como tales cuando representan una visión diferente de la realidad, y que podría ser perfectamente válidos mirándolos desde otra perspectiva. El bien y el mal son muy relativos.
Al final, después de tanta PDI, portátiles y demás, lo importante son los rotuladores carioca 🙂
Como siempre y desde el máximo respeto a las opiniones vertidas por tod@s, ruego continuemos este interesantísimo y productivo debate sin desviarnos.
¡Gracias y enhorabuena a tod@s!
«¿Permite eso la legislación vigente? ¿Lo ampara? ¿Lo promueve? Si la legislación afirma que el tratamiento constructivo del error es parte de la pedagogía docente, ¿es coherente en toda ella con esa afirmación? Yo creo que no… Así que habrá que forzar la legislación en el aula… Creo…
¿Algún inspector en la sala que nos pueda ayudar? »
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Gran y interesántisimo debate que he seguido durante este caluroso agosto. En cuanto a si la legislación vigente ampara el tratamiento constructivo del error, decir que el objeto de la evaluación en la educación obligatoria, entre otros, es el de constatar los avances del alumnado y detectar las dificultades en el momento en que se producen, averiguar las causas y adoptar las medidas necesarias para que el alumnado pueda continuar con éxito su proceso de aprendizaje.
Creo que deja bastante clara la responsabilidad del profesorado en todo el proceso de crecimiento del alumno o alumna. No es, para nada, incompatible con el debate. Más bien, creo, que la discusión parte de una concepción metodológica de la evaluación (y, del aprendizaje): «Dime cómo evaluas y te diré cómo enseñas».
La profesora Neus Sanmartí define con sabias palabras, lo que la legislación dice: “Sólo el propio alumno puede corregir sus errores. La tarea del profesorado es ayudarle a detectarlos y a encontrar caminos para superarlos.”
Referencias normativas utilizadas:
DEPARTAMENT D’EDUCACIÓ
ORDRE EDU/295/2008, de 13 de juny, per la qual es determinen el procediment i els documents i requisits formals del procés d’avaluació a l’educació secundària obligatòria.
ORDRE EDU/296/2008, de 13 de juny, per la qual es determinen el procediment i els documents i requisits formals del procés d’avaluació en l’educació primària.
(Árticulo 2, criterios generales).
PD: Profesor J. Luís Castillo, una programación (metodológicamente hablando), excelente, sus alumnos deben disfrutar (y aprender), teniéndole a ud. cómo profesor. Sigo su blog, del qual aprendo muchísimo, gracias por compartir.
Saludos a tod@s, especialmente a Luís Miguel Iglesias, por propiciar este claustro virtual, que está siendo muy enriquecidor.
No voy a entrar en el tema de los rotuladores que por lo que veo está al rojo vivo. Pero yo creo que de los errores no se aprende gran cosa. De lo que se aprende de verdad es de los aciertos. El error se olvida completamente y el refrán lo dice bien claro «el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra». Justamente porque el error suele quedar en el olvido y si no se encuentra la forma correcta (que es la que nos hace aprender) volvemos a fallar en lo mismo. Por eso es importante llevar al alumno a la correcta realización de lo que ha fallado antes. El sentimiento de recompensa es mucho más fuerte que el de castigo (bueno eso creo yo).
Beni, estoy de acuerdo contigo en qué hay que usar las diferentes técnicas de corrección de manera adecuada.
No es lo mismo agotar el rotulador rojo en tu casa que hacerlo en clase al lado del alumno 😉
Creo que, definitivamente, habrá que sustituir el rotulador rojo por la conversación. El error no puede ser comunicado brevemente, con criterios de eficiencia temporal del docente. No, si es lo consideramos importante para aprender.
¿Permite eso la legislación vigente? ¿Lo ampara? ¿Lo promueve? Si la legislación afirma que el tratamiento constructivo del error es parte de la pedagogía docente, ¿es coherente en toda ella con esa afirmación? Yo creo que no… Así que habrá que forzar la legislación en el aula… Creo…
¿Algún inspector en la sala que nos pueda ayudar?
Perdón por la reiteración en el comentario, es que uno es así de pesado…
Un rotulador rojo tiene muchas funciones.
Una de ellas es hacerte ver a tí, como docente, los fallos que tus alumnos/as tienen en ortografía (esa h y esa v mal colocadas…) y eso te permite realizar dictados posteriormente, en los que te puedes adelantar al posible fallo de tu alumnado (llamándoles la atención sobre la ortografía de tal o cual palabra y repitiendo reglas que contemplen determinado vocablo) e incluso escribir palabras de ortografía complicada para ellos en la pizarra.
Los dictados no se hacen para pillar, se hacen para practicar la escritura y aprender a escribir sin faltas de ortografía.
Este es uno de los miles de usos que tiene ese rotulador y que necesita de una acción continuada. De nada vale marcar un cuaderno miles de veces con rotulador si luego eso no se revisa o no tiene una consecuencia.
No podemos hablar de técnicas que no sirven si no estamos haciendo un uso adecuado de las mismas.
El uso de las técnicas de corrección no tiene una sola dirección y todas, usadas de manera adecuada, tienen una importancia evidente en las aulas de primaria y secundaria.
Yo uso el rotulador rojo, es más, es un elemento fundamental en mis clases y me permite conocer mejor la evolución de mi alumnado respecto a su formación académica.
¿Qué le vamos a hacer?, antiguo que es uno.
Cuando Luis Miguel me invitó a participar en este debate le respondí que no soy muy dada a escribir pero que me interesaba mucho el tema de la evaluación, él me pidió «otro momento de locura» y se ve que el calor me afecta porque, aunque con cierto retraso, me uno a este gran debate de agosto.
Me resulta imposible asimilar todos los comentarios y no repetir muchas cosas tan interesantes que ya se han dicho pero ahí va mi reflexión:
Quienes me conocen, compañer@s docentes, saben que siempre les digo en broma que cuando yo ocupe un cargo político eliminaré las oposiciones y nos reímos porque saben que esto no sucederá nunca. Y ¿por qué digo esto?, simplemente porque no creo en muchos de los métodos de evaluación que estamos utilizando.
Cuántas veces no hemos oído: ¡qué suerte, me ha tocado uno de los pocos temas que había preparado! O bien lo contrario, ¡justo ha salido uno de los 5 que no me preparé!
¿Una nota final de una oposición nos demuestra que esta persona es competente en su profesión?
¿Una nota de selectividad nos asegura que este estudiante está preparado para afrontar los estudios posteriores?
¿Qué diferencia hay entre un 7 y un 8 cuando evaluamos a nuestros estudiantes?
¿Qué hacemos cuando un alumno saca un 4’5?
…
Os preguntaréis ¿Y todo esto que tiene que ver con «Evaluar las causas de los errores»?
Yo también he sido una forofa del rotulador rojo (con bolígrafo no, porque se veía menos) a la caza de aquella h, v o b mal puesta. Tal vez porqué así era como me habían evaluado y corregido a mí. Pero con el tiempo me he dado cuenta que esto no mejoraba el aprendizaje de mis alumn@s.
Después de leer y escuchar a grandes profesionales estoy cada vez más convencida de qué hay que observar, evaluar los procesos, promover la reflexión del propio alumno en torno a su aprendizaje, …
Me queda mucho por aprender, investigar, para mejorar en mi trabajo. Sé que no es tarea fácil y menos con grupos tan sobrecargados como tenemos, pero seguro que poco a poco podemos ir incorporando nuevas formas de trabajar en las que tengan cabida la autoevaluación, la coevaluación, las rúbricas,…
Es un tema tan importante que en mi centro lo tenemos como objetivo para el próximo curso “Repensar la evaluación”.
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Acabaré con unas frases de Neus Sanmartí en “Evaluar para aprender”
[http://bgune04.net/materiales/NeusSanmartiEvaluacion2.pdf]
“No hay tiempo más inútil (para el aprendizaje) que el que dedicamos los profesores a corregir”.
“Sólo el propio alumno puede corregir sus errores. La tarea del profesorado es ayudarle a detectarlos y a encontrar caminos para superarlos.”
Esta última frase resume mi pensamiento. Si no les enseñamos el camino no aprenderán.
Creo que me he ido del tema, pero si estoy equivocada, por favor, no me suspendan, muéstrenme el camino correcto
Uy, qué difícil publicar un comentario, luego de la lectura de un debate tan rico. Soy argentina, trabajo como docente de TIC con estudiantes de profesorado, y también como coordinadora de una escuela secundaria de jóvenes y adultos. Tengo, asimismo, experiencia de varios años como profesora de matemática en una escuela para adultos. En una pequeña ciudad del interior del país…
Este es un año crucial para la escuela secundaria obligatoria, tiempo de desafíos en todos los órdenes, de políticas educativas de inclusión, de diseños curriculares, a nivel institucional, etc. Y fundamentalmente, para nosotros, los trabajadores de la educación. Me atrevo a expresar que si hay una nota que caracteriza a la educación, en nuestro país, es la diversidad. De todo tipo, recursos, experiencias, infraestructura, alumnado… Reflexionar sobre los procesos de enseñanza y de aprendizaje, sobre evaluación, a partir de nuestras prácticas cotidianas, resulta imprescindible…
Las estadísticas sobre “éxito” y “fracaso” escolar, en estos términos, me parece, limitan o recortan la(s) realidad(es). Rescato algo que ya se ha mencionado aquí, la primera evaluación, deberíamos hacerla hacia nosotros mismos, sobre nuestros errores, y de qué manera aprovecharlos para mejorar nuestras prácticas, por una educación de calidad que incluya a todos… Gracias Luis Miguel, por la invitación a participar, reitero que ha sido enriquecedor leerlos 🙂
Sólo puedo felicitar a Luis Miguel i a tod@s l@s comentaristas por este interesante debate. Cambiar las mentalidades ante el error es un gran reto.
Feliz final de verano!
Ainshhhh, que este maldito teclado del portatil lo tiene mi hijo cascadito y me he comido y revuelto letras en el anterior comentario . Y es que también las horas a las que a uno se le ocurre comentar, tiene delito…;-)
Ya me lo temía. Sabía lo que me iba a encontrar. Lo que no sé muy bien es ahora dejar una clara opinión, a tenor de todos los comentarios verdidos, divertidos y controvertidos sobre el artículo de Clarin, que en el fondo ya no es un debate acerca de la función del «error», ni siqiera de la evaluación, sino un debate educativo a todos los niveles. Porque aquí nos ponemos en entredicho todos y todas quienes estaaamos implicados de una forma o de otra en esto. Yo, como suelo decir medio en broma sobre un profe en territorio comanche, en una zona educativa complicada con todos los tópicos de las zonas llamadas «marginales» necesitadas de «compensación». Como varios comentaristas ya han hecho notar , esto no es nuevo. De hecho, hemos crecido a golpe de errores que nos han conducido con mayor o menr fortuna a donde estamos ahora.
Creo que era Rosa quien comentaba o citaba algo que me ha hecho reflexionar, eso de que hay un modo de pensar que genera el error y que éste no puede ser ignorado. El error como “conocimientos de la vida” que coexiste se complementa con los conocimientos científicos.
Como trabajo con una gran mayoría de alumnado gitano he pensado mucho en esto: en su modo de pensar, él porqué de ciertos prejuicios, atavismos, cegueras, etc y también en la lucidez que tenían para hacer frente a problemas de la vida. La cuestíon es que muy pronto me dí cuenta de que tenía que dar la vuelta a la tortilla y empezar a ver los errores como posibilidades de aprendizaje porque efectivamente los errores nos arrojan muchas cosas (algunas de ellas piedras, meteoritos diría yo) en nuestro propio tejado: distintas formas de pensar , la de ellos y la nuestra. Estoy con quienes dicen que esto (el tener en cuenta los errores particulares) ya lo hacemos de una forma o de otra, aunque no lo revistamos de elocuentes teorías redentoras y pedagógicas de salvación nacional ante el «coco» de fracaso escolar com prentende, a mi parecer, el artículo de Clarín.
Dicho esto, me quedo como de un relajado superior y fantaseando lo que sería compartir un colegio o centro educativo con la gran mayoria de buenísimas personas en lo personal y en lo profesional que han comentado por aquí. 😉
Alguien de por aquí dijo una vez que «su claustro era la red». Es bonito pero tambien triste, porque yo quisiera que cada centro fuese una pequeña red, cercana, humana, modesta… pero bien trenzada de compañer@s en pro de alcanzar las mas altas espectativas con nuestro alumnado, aprediendo mutuamente de errores propios y extraños. Ya lo decía el poeta, se hace camino al andar ( aunque tropecemos con nuestros propios errores)Y tambien digo algo que dijo uanvez Van Gogh: podemos tirar por una carretera asfaltada o o por una camino. Por la carretera llegaremos sin esfuerzo y con rapidez, pero por la carretera asfaltada no crecen las flores.
Por cierto, enhorabuena, Luis Miguel: este éxito de participación (en pleno Agosto y con un tema de calado como éste) ya tiene su mérito, ya. Para que luego digan….
Apenas puedo aportar nada que no se haya dicho ya antes. Recalco lo leído: tratar los errores constructivamente y valorar ese tratamiento de forma individualizada, porque lo que vale para unos no vale para otros.
Quizás los mayores errores sean muchos de los contenidos curriculares y la concepción de la evaluación, que como dice Daniel, se lleva por delante las metodologías más interesantes.
A menudo recuerdo las palabras de un amigo: «tenemos suerte de trabajar en primaria, porque a esa edad, el alumnado todavía no se da cuenta de que les estamos estafando».
Pues eso.
Poco voy a añadir sobre algunos consensos que detecto de una lectura rápida de los comentarios anteriores y del propio artículo. Pero puestos a decir, señalaría:
1. «Averigüe lo que saben sus alumnos y actúe en consecuencia». Esta frase resume perfectamente una filosofía ( y para que no me caigan chuzos de punta dejaremos al autor al margen de este debate). Los alumnos aprenden a partir de sus propias creencias, experiencias, etc. aunque estén equivocadas. Los profesores les enseñaremos a recorrer el camino hacia los conocimientos. En ese recorrido, no somos los poseedores del saber, sino los que sabemos interpretar dónde fallan los alumnos para ayudarle a superar esos errores.
2. El error es positivo (si sirve para aprender). Sin experimentar y equivocarse no hay aprendizaje, pero debe existir una mediación entre los adultos, otros compañeros, etc. para superar los errores y llegar al éxito. La persistencia de los «errores de base» en Secundaria, hablo de Matemáticas, es brutal. Sin embargo, habitualmente, las explicaciones en la pizarra y la realización de ejercicios corregidos (o no) en público, no sirven para superar los errores porque no nos detenemos a identificar el pensamiento, idea o proceso que lleva al error. En este sentido, conocer los «errores frecuentes» de tu disciplina ayudará enormemente a los alumnos, para que se haga más incidencia en cómo superarlos.
3. Evaluar basándose en el error no sirve para nada. Si la evaluación se basa en unos exámenes o ejercicios (con sus positivos por hacerlo bien y negativos por hacerlo mal, o no hacerlos) sin profundizar en los procesos, desmenuzando en rúbricas todos los procesos asociados a cada aprendizaje, tendremos unas notas en forma de calificación pero no habremos evaluado el aprendizaje.
4. Si lo más importante es el aprendizaje, entonces tenemos que usar el error una y otra vez hasta que éste se consiga. Si mando una redacción y está mal, con faltas de ortografía, problemas de expresión, etc, puedo poner una nota o puedo indicar dónde hay fallos y mandar que ésta se repita. Si evalúo el resultado de este proceso al final, habré conseguido mejores resultados si la redacción ha pasado el filtro una o dos veces. ¿Pero los maestros no estamos para que nuestros alumnos aprendan? Si hablo de matemáticas, psicología o latín, me da igual. Cuando mando un ejercicio o actividad sobre algo y simplemente lo califico con un número o letra sin usar los errores para seguir aprendiendo, entonces no puedo saber si hay aprendizaje. Casi seguro que no habrá.
5. Usar el error como parte del proceso de aprendizaje implica una forma de enseñar distinta. Efectivamente, hay más trabajo que corregir porque queremos averiguar de dónde y porqué fallan los alumnos. Las ayudas en el proceso para superar el error suponen buena parte de nuestro trabajo y eso es más laborioso que corregir un examen/ejercicio con una plantilla.
6. Una cosa es el error y otra el fracaso del sistema. El sistema no falla porque no sepamos usar el error como elemento de aprendizaje. El sistema es multicausal y la didáctica es sólo uno de los factores. No tengo ni idea si en Argentina han conseguido rebajar las repeticiones por este hecho.
Bueno, Luismi, enhorabuena por el debate: todo un CIO.
Víctor
Poco que aportar a lo ya dicho pero no es una línea como tal a reivindicar. Los errores nos sirven para avanzar siempre y cuando reflexionemos sobre ellos. En el aula, en muchas de nuestras aulas, se tiene en cuenta y se suele realizar esa pedagogía sobre el error. El problema es que entra la evaluación y se lleva por delante toda la sistemática llevada a cabo. El problema sigue siendo la evaluación. Hay que caminar por otros caminos para evaluar de manera más humana y teniendo en cuenta el error.
Salud y gracias, Luismi
EL REY VA DESNUDO
Poco se puede añadir ante tamaño despliegue de sabiduría y sentido común. Aun así, no me resisto a presentar una pequeña contribución.
Todo este asunto del castigo del error, de desprestigiar al que no dice lo que se espera que diga, me resulta tan inmune a la realidad como el rey del cuento, ese que se pasea desnudo creyendo que su traje no resulta visible a todo el mundo.
Todos sabemos que se aprende después de sucesivos intentos. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, no aprender a montar en bicicleta porque se va a caer unas cuantas veces ¿no?
Modestamente creo que se trata, en el fondo, de una cuestión de papeles. Yo soy el que «sabe» y usted no. Así que cada error del discípulo eleva al maestro en su pedestal, aunque todos veamos claramente que ese maestro, como el rey del cuento, va desnudo.
Luismi, menuda la has montado! aquí nos tienes a todos enganchados al debate, jeje!
Poco se puede aportar tras lo dicho, pero ahí vamos: desde hace varios años utilizo encuestas docentes al final de la primera evaluación y al final de curso para los alumnos (por lo tanto, utilizo la monitorización de mis errores para poder mejorar: el error no sólo está en el alumno). Además de los ítems habituales, incluyo un espacio en blanco para sugerencias, y en él ya he encontrado varias respuestas que van en la misma dirección: los alumnos valoran al profesor que enseña, pero sobre todo, al profesor que enseña a mejorar. Y eso supone trabajar el error desde un punto de vista constructivo y crítico, y no desde la óptica del «error fatal».
Me gusta dedicar parte de mis clases, en la medida de lo posible, a tratar de corregir errores desde ese punto de vista, lo cual hace que los alumnos crean en que para mí, como profesor, ellos valen la pena. Y lo creo firmemente! Por extensión, piensan que la materia merece la pena.
Creo que lo hemos visto todos, pero recuerdo que Ken Robinson habla en su archiconodido vídeo «Las escuelas matan la creatividad» de la penalización del error http://www.youtube.com/watch?v=nPB-41q97zg&feature=related
De verdad me gustaría aportar algo interesante al debate, pero no soy especialista en teorías ni en pedagogía, y lo poco que sé tengo que andar modificándolo curso a curso por culpa de la maldita observación directa en el aula (eso que se ahorran los que no aparecen en ellas). Creo que la viñeta de Ainhoa resume mi postura: cada caso es único y no podemos establecer metodologías que funcionen de manera general para un grupo mayor de dos alumnos. He visto alumnos a los que la reflexión sobre el error los inhibe a la hora de seguir produciendo textos y otros, en cambio, mejoran visiblemente. Supongo que todo remite a la psicología de cada cual, del mismo modo que no todos reaccionamos igual ante las críticas ajenas. En el ámbito de las lenguas, por otro lado, las causas de los errores nos remiten a un universo tan amplio que resulta difícil atinar: las interferencias con el valenciano, con el rumano, con el inglés, con los idiolectos y sociolectos de cada uno (ya se sabe que cada casa es un mundo)… No sé si sacaría rendimiento de ello, aunque quizá sólo sea una manera de escurrir el bulto. En fin, que no sé para qué vengo a decir tantas obviedades.
Un saludo y hasta pronto.
Muy interesante el artículo, creo que apunta por donde deben ir los tiros, pero con la dinámica que se maneja en las escuelas, y sobre todo en los institutos, es un poco complicado, hace falta más vocación de maestro/a, más trabajo en grupo, y hablar más de educación en los claustros. Tal vez si desde la administración educativa se potenciara esto…
Querido amigo Luismi: Me veo un poco forzado desde la cordialidad más absoluta por su invitación directa a comentar este magnífico post. De hecho, lo leí hace casi una semana en Bruselas, leí con interés los comentarios, y como me parecen centradísimos y acertadísimos, para qué comentar sin aportar nada nuevo.
En el cuarto de mis hijas cuando muy niñas había un cartel de Charles Chaplin que decía: «Amo mis errores». Fue mi forma como padre de preocuparme (eran muy pequeñas) de que aprendieran que los errores son el único camino real de aprendizaje de los seres humanos, de las personas, no tenemos otro. La perfección de la divinidad no nos ha sido compartida. Más entreteniditos estamos.
Mi papel como educador (padre) no lo he termoaislado ni departamentalizado separado de mi papel como profesor, en ambos casos siempre he tenido claro que lo importante era la calidad del aprendizaje. Y por tanto siempre enseño que los errores son parte importante del proceso de aprendizaje. Y que la tendencia actual a focalizar el aprendizaje en el error y más aún en los exámenes que se llaman evaluación, es sencillamente impía. Aplastapersonas.
¿No se puede evaluar el progreso sin señalar con el dedo y boli rojo los errores? Por favor. Sería un detalle.
Un cordial saludo.
No os parece que no tiene sentido hablar de «errores» en un ambiente de libertad… (?)
En primer lugar, agradecer al bueno de Luismi el haber abierto este interesante debate.
Voy a aportar mi opinión al mismo, como profesor de matemáticas de secundaria.
Desde luego, en un sistema de enseñanza en el que sólo importan los contenidos y en el que únicamente importa que el alumno los memorice(temporalmente)y los repita de forma automática y mecánica, por supuesto que el error es eso una falta grave que hay que remarcar y penalizar (suspender).
Pero en un sistema en el que lo realmente importante son los procesos, y los contenidos (también muy importantes) se presentan llenos de sentido y en acción, el error es necesario y deseable. Para hacerse preguntas, para repensar si el camino es correcto, si hay otras vías, para estar más atento ante otros retos.
Creo que hay que distinguir del error que es el resultado de la falta de esfuerzo e implicación, del error razonado, trabajado, fruto de un buen trabajo. Este último siempre hay que intentar que sea productivo y fuente de más conocimiento. El famoso: aprender de los errores.
Yo casi diría: ¡Viva el error con sentido! ¡Abajo la perfección!
Después de disfrutar de todos los comentarios sobre este tema en este maravilloso claustro de profesores virtual, daré mi opinión como profesora de primaria.
Estoy de acuerdo que indagar sobre las causas de los errores que cometen nuestros alumnos es de gran importancia, ya que esto nos orientará nuestro camino a seguir, intentando guiar al alumno para que llegue a la meta que nos proponemos con “cada uno”.
Lo malo de todo es que estos objetivos que hay que alcanzar son los mismos para todos, y a pesar de muchos esfuerzos, no todos son capaces de adquirir esos contenidos, que aunque se suponga que lo que deben conseguir son competencias para poder desenvolverse por sí mismos y capacitarles para que dirijan su propio aprendizaje, al final nos preocupan los conocimientos alcanzados. De ahí no sólo es indagar los errores sino cambiar las metodologías, los objetos de aprendizaje y la evaluación.
Sabemos las causas de los errores de muchos alumnos: falta de atención, desmotivación por distintas causas, desatención familiar… Normalmente estos niños reciben apoyos por distintos profesionales y aún así no alcanzan los objetivos, porque sus problemas no suelen resolverse de un día para otro. Para algunos repetir significa darles más tiempo, pero para otros significa perder un año. No todos los alumnos tienen las mismas capacidades, ni las mismas aptitudes, ni las mismas motivaciones, por lo tanto no se les debe medir igual.
Ver en qué fracasan nuestros alumnos es preguntarnos qué no hacemos bien cada uno de nosotros y en qué falla el sistema educativo.
Felicidades por el debate, nos invita a reflexionar.
No me resisto a aportar mi granito de arena, después de leer una cantidad tan grande de ideas interesantes.
Ya pasé hace un par de días pero el calor de la siesta de agosto me impidió apuntarme al grupo, pero hoy me habéis pillado con ella resuelta.
Vengo invitada por Jose Luis Castillo a leer el comentario de Nololamento, que por cierto, me ha resultado tremendamente cercano y familiar.
También he leído el artículo original y efectivamente, no han descubierto la pólvora.
Desde hace unos 20 años, a lo largo de toda España y «guiadas» de la mano de Myriam Nemirovsky, esa metodología ha cambiado el modo de hacer de muchas y algunos docentes.
Este enfoque de trabajo va más allá del tratamiento del error, y descubre cuales son las etapas que las niñas y niños pasan para llegar al conocimiento.
En el caso de las matemáticas Carlos Gallego de la universidad de Barcelona y su grupo llevan muchos años investigando sobre los procesos que siguen las chicas y los chicos en el aprendizaje de las mismas y el «error» de 302 por 32, es uno de esos estadios que TODAS LAS CRIATURAS TRANSITAN, solo que en muy pocas escuelas los profesionales de la educación se dan cuenta porque nunca miran, ven, escuchan e investigan sobre lo que realmente está pasando por las cabezas, cuerpos y almas de su alumnado.
Igualmente en el aprendizaje de la lengua se aprende con una determinada secuencia que no tiene nada que ver con las cartillas ni con los textos escolares y que permite a las criaturas mientras aprenden el código escribir textos complejos como noticias o textos científicos con 3 o 4 añitos sin conocer el código.
De toda esta metodología de trabajo tenemos bastante bibliografía en España y ejemplos prácticos en revistas educativas, mucho más extendido en Infantil que en primaria y en primaria que en secundaria (nunca he entendido porqué, puesto que sería más fácil con los mayores).
Es mucho más que no penalizar el error, es como he leído en algún comentario y como explica Lola, dejar que sean ellos y ellas los que aprendan a analizar, cuestionarse y mejorar su aprendizaje, un enfoque metacognitivo en el que los dejamos hablar mucho para saber que pasa por sus cabezas y a veces eso que nos parece un error es de una lógica aplastante.
Permitir que se llegue a la meta por diferentes caminos, contrastar diferentes soluciones, defender a veces nuestras soluciones respecto a las de otros: hablar, analizar, discutir, argumentar, criticar, decidir…
Pero para que todo esto tenga sentido hay que hacerlo en un contexto de hacer cosas interesantes en la escuela, de esas que hacemos las personas mayores en la «vida vida» y aprender a través de materiales reales y no solo rellenar huecos sin sentido en libros que ningún adulto en la vida real usa.
Poner en marcha una escuela democrática donde las voces de las niñas y niños se escuchen de verdad.
Cuando eso sucede, las dificultades de aprendizaje disminuyen de manera sorprendente y criaturas con verdaderos problemas en la escuela, encuentran por fin que esta tiene una lógica, que se respeta su ritmo, que pueden trabajar con sus compañeras u compañeros en plano de igualdad…
No son muchas la verdad, pero yo si conozco muchas de esas pocas que existen y es sorprendente lo que ocurre en ellas, pero lo más sorprendente es como en muchos centros estas maestras sufren a veces el acoso de sus propias compañeras y compañeros por no ajustarse a los textos oficiales.
Sin embargo en la mayor parte de los casos compensa por la respuesta del alumnado y de las familias que se convierten en aliados fundamentales.
Muy buen debate, a lo largo de los comentarios me han ido viniendo diferentes ideas que voy a tratar de condensar. Muchas gracias, Luismi, por la invitación a este claustro de lujo.
Es muy posible que los resultados de la investigación sean sesgados o que el artículo vaya orientado hacia una perspectiva negativa del error. En cualquier caso, es un tema que considero clave en el aprendizaje.
Hay muchos tipos de errores y no es lo mismo un error producido por dejadez, un error generado por lo que se considera «despiste», normalmente debido a que los recursos del aprendiente están demasiado ocupados en otras cuestiones como para darse cuenta de que falta un cero por alguna parte, un error debido a que aún no se ha conseguido suficiente agilidad en una tarea o un error por falta de comprensión de un proceso o del significado de un resultado. Sin embargo, generalmente el tratamiento es el mismo: se marca y se corrige o se pide al aprendiente que lo corrija. Como hay que tratar «a todos los alumnos por igual», además, se les comunica a todos de la misma forma y se cuantifica por igual. Todo sea por justicia, claro.
Inevitablemente, siempre me acuerdo de esta viñeta de la que desgraciadamente desconozco el autor o autora: http://twitpic.com/18acjj
Mi niño de 10 años hace la cola de la mesa del profesor para que el «profesor» de matemáticas le marque lo que ha hecho mal de la lista de operaciones matemáticas que ha hecho y así, vuelve a su sitio a ver si la consigue corregir o se la copia a alguien. Lo «bueno» es que todos los niños saben que a la segunda vuelta el profesor les pone que está bien aunque no lo esté. Después, cada niño dice en qué nº de página está y el profesor lo apunta. Asume que todos los niños tienen que hacer todos los ejercicios, sean como sean y sepan lo que sepan. Siglo XXI aunque no lo parezca.
No me creo lo de la masificación, ya que el curso anterior la maestra iba circulando por la clase mientras los niños y niñas iban trabajando y se iban ayudando, de manera que la maestra sí llegaba a atenderlos a todos sin «colas».
En enseñanza de lenguas, como bien ha señalado José Luis Cabello, hace mucho que se ha profundizado en el valor del error. Hay un importante motivo para esto: hay muchos, muchísimos adultos por todo el mundo aprendiendo lenguas a quienes les da igual la calificación. Yo tengo la suerte de trabajar en esas condiciones, en las que el aprendizaje es prioridad absoluta.
En este contexto, tratamos el error como una herramienta más de aprendizaje, incluso nos divertimos con algunos errores (divertirse no es burlarse sino verlo como algo lúdico), jugamos con ellos. Una vez aceptada la necesidad de errar para aprender, son una fuente rica de trabajo y en ningún caso «retrasan el programa» porque, como dice Nicolasa QM, lo importante es el aprendizaje. También hay que saber qué errores puede corregir el aprendiente y cuándo, porque no todos los contextos (comunicativos en este caso) son iguales. Un error natural en lo oral puede no ser aceptable en lo escrito. Y tampoco me voy a meter a dar el subjuntivo en nivel elemental solo porque no saben conjugarlo. A veces, simplemente hay que dar tiempo a la cabeza. Algunos alumnos hablan mejor después de las vacaciones porque el cerebro necesita su tiempo para asimilar, procesar.
La forma en la que tratamos el error tiene también una base cultural y una concepción sobre el tipo de sociedad que queremos crear. Por ejemplo, Islandia y Finlandia son consideradas cuna de la creatividad europea, y su característica diferencial más importante es que el error no se considera algo punitivo. El error forma parte del juego creativo, y no creo que eso les haya convertido en más descuidados, ni que haya bajado su nivel.
Yo diría que evaluar las causas de las repeticiones evitaría muchos de los errores que a menudo cometemos en el mundo educativo. Pero me temo que la evaluación de los errores en nuestra actividad docente no es una práctica habitual. Y creo que no lo es por esa distancia tan enorme que mantenemos con el alumnado, con sus necesidades educativas, con sus diversas formas de enfrentarse al hecho educativo.
La actitud de l@s docentes es fundamental a la hora de trasladar a l@s alumn@s una experiencia educativa que respete su personalidad y sus expectativas de éxito. No es bueno que el profesorado se sitúe ante su alumnado de una forma inaccesible, adoptando continuamente ese rol de evaluador implacable. Debemos tomar conciencia de que no existe un sólo camino para el aprendizaje, de que éste mejora en la medida en que lo planteemos en función del alumno y de la alumna y no lo restrinjamos a lo que parece estar establecido como dogma educativo: yo te explico y tú debes aprender, debes entenderme a la primera o a la segunda… Si no aprendes es porque no quieres, no te esfuerzas, estás despistad@, etc.
L@s alumn@s no son máquinas de aprender. Les cuesta entender a la segunda y a la tercera. Y no nos preguntamos suficientemente cuáles son las razones por las que no atienden, comprenden y asimilan aquello que nos resulta «tan obvio, tan sencillo, tan de sentido común».
Intentemos examinar nuestro trabajo, evaluemos nuestro empeño por hacernos entender. Seguro que todo mejora.
Saludos.
Es muy complicado aportar algo nuevo a este interesantísimo debate(esto es todo un CIO) pero voy a intentar dar al menos una pincelada.
El error… ¡qué bonito es el error cuando es verdadero! Es evidente que hay muchos aspectos a aprender, y ciertamente hay cuestiones que permiten una formulación de verdadero o falso. Pero, ¿no hay detrás de esta historia un cierto tufillo conductista? Si la metodología se centra más en los procesos, en problemas abiertos, en competencias,… ¿está siempre absolutamente claro qué es erróneo y qué no? Podéis empezar a tirar tomates y a tacharme de relativitista pero creo sinceramente que la realidad es algo más compleja. Durante este verano estoy disfrutando viendo la serie «The wire», no os la perdáis porque es fantástica. La realidad que intenta mostrar esa serie sobre la delincuencia en Baltimore no es una línea recta (perdón Luismi sería un segmento) con un principio y un final claros. Es más bien una superposición de planos, el resultado de una mezcla de puntos de vista. Si no trivializamos los problemas, el error no será saber si el alumno ha llegado a la meta sino más bien qué ha ganado y qué ha perdido por el camino. Vaya tostón que estoy soltando, ¿no?
Cuando reviso una tarea de ciencias de algún alumno o alumna del IEDA miro qué errores ortográficos, gramaticales,… ha cometido. Algunos de mis alumnos entienden esa revisión como un acto pendenciero, como una especie de revancha. Creo que me puedo comprometer a cambiar el tono, a darle un enfoque menos punitivo, a explicarles mejor por qué cuando escriben en ciencias tienen que escribir cada vez mejor. A lo mejor, tampoco estaría mal saber de qué punto de partida sale cada uno y proponerles en qué sentido deberán mejorar durante el curso. Procuro en mis revisiones de tareas indicar a mis alumnos aquello que está bien hecho pero nunca me paro en los aciertos, nunca o casi nunca hago un comentario largo sobre qué aspectos estaban muy bien conseguidos y sin embargo, la descripción del error sí la hago con detalle. Claro, es la forma de que mueva a la reflexión y a la mejora pero ¿no habrá también en mi actitud un poquito de gusto por el rotulador rojo? Creo que también me podría comprometer como nos recomienda José Luis a mostrar a otros compañeros cómo evalúo las tareas de ciencias de mis alumnos adultos a distancia con el objeto de enriquecer mi forma de evaluar y por supuesto a regodearme en los aciertos, porque las dosis de afecto son imprescindibles siempre y en alumnos que llevan años sin estudiar aún más.
Por cierto, en esa realidad compleja de la que forma parte la educación, tiene que haber objetivos diversos. Entre los nuestros no tiene por qué estar conseguir el máximo nivel de títulos o aprobados pero para nuestros representantes políticos sí que puede serlo.
Bueno ya no os aburro más. Gracias Luismi… por la oportunidad para debatir y por perder esta noche la Supercopa, eso lo teníamos firmado por ahí, ¿no? Jajajaja.
Pues a por segunda opinión!
He logrado leerme todos los comentarios. Eso sí, los tendré que repasar porque creo que tienen tanta riqueza que este post va a ser una referencia, sin duda.
De todo, lo que más me ha impactado ha sido María (Nicolasa Quidman), cuando indica que no detecta esa función para el error en ninguna de las programaciones que ha visto.
Y el antiejemplo que Lola (Nololamento) ha mostrado. De una manera emocionante, que daban ganas de intervenir.
Creo que eso marca un reto. Que los que queremos ir por esa línea documentemos un ejemplo de aula, representativo de lo cotidiano. Que enseñe, como dice Diego, que la rueda gira y que ponemos el énfasis, como indica David (balhisay), en los procesos y en el alumnado. Que lo mostremos, que hagamos transparente, como dice Manuel María (manuelmch) nuestra aula, al menos respecto a este tema.
Así este post no sólo será lugar de encuentro y debate. Será transformador. Bueno, en realidad, y gracias a Luismi, ya lo es… 🙂
¿Cómo que parecemos maestrOs?
Tú no me has visto a mí con minifalda y botas de tacón alto ;PPP
(Montse, Paco, yo también os quiero. Y mucho ;))
Añado interesante aportación de Jordi Adell.
¡Gracias profesor!
Lola, muack, ahora en serio, luego vuelvo, me voy a desayunar, pero no podía irme sin leer el tuyo, ¡eres ESTUPENDA!
¡Madre mía, cuántos comentarios!, esto me pasa dejar las cosas para después, si hubiera escrito mi comentario cuando leí el post eso que me hubiera ahorrado y ahora cómo opina una sin leerse todo? Primera conclusión, hace falta trabajar, trabajar y trabajar, y no me refiero sólo a los alumnos y las alumnas, también nosotros los profesores y las profesoras. Ya está bien de inventar vocabulario pedagógico vacío ya sea Logsiano (y sus derivados) o antilogsiano, me da igual. Lo importante es la educación de nuestros chicos y chicas y esta educación había gente que la hacía muy bien antes de la LOGSE y sigue habiendo gente que la hace muy bien durante y despúes de la LOGSE. Pero Educar es algo más que poner bonitas palabras (o palabros) y dar bonitos discursos es hacer y trabajar en el aula con los chicos. Con todo mi cariño, empiezo a estar un poco harta de todos aquéllos y aquéllas que se pasan la vida dando lecciones de cómo educar pero nunca pisan un aula, ¿no hablan siempre de aprender haciendo?, pues yo quiero que me enseñen haciendo también.
Con respecto a lo que se ha dicho por aquí, estoy con Francisco Muñoz de la Peña, qué hacemos en las escuelas y, especialmente, en los institutos para matar toda la ilusión por aprender. Deberíamos reflexionar sobre ello, y no sólo reflexionar sino actuar para cambiar las cosas. Ya está bien de teoría, luego nos dicen que los filósofos vivimos en el mundo de las ideas, yo soy filósofa y pido pasar de la teoría a la acción porque en pedagogía hay mucha teoría y poca praxis.
Leyendo más comentarios, me ha venido a la cabeza otra idea, se pregunta: ¿qué hacemos con nuestros hijos (en mi caso sobrinos a los que adoro, que son para mí como mis hijos, tengo que decirlo, ea) cuando no aprenden esto o lo otro? Tenemos paciencia, no tiramos la toalla, nuestro objetivo está claro y queremos que lo consigan. Y siempre siempre está ahí el AFECTO, que no la ñoñería ni el paternalismo tonto, y quizá eso falta mucho en las escuelas y, especialmente, en los institutos.
Comparto totalmente lo que escribe Carmen Durán, todo, todo, todo. Me quedo en ella, luego vuelvo a seguir leyendo todos los interesantes comentarios.
Antes quiero añadir algunas ideas que me han ido surgiendo al hilo de lo que iba leyendo. Con respecto a lo de castigar el error, creo que habría que diferenciar, como bien dice Carmen, entre evaluación formativa y acreditativa (yo la llamo sumativa, no sé si será correcto). Nunca he entendido a aquéllos profes que mandan un ejercicio y al nene o nena que no sabe hacerlo le encasquetan un cero, ¿qué va a hacer ese nene el próximo día? Si haciéndolo le ponen un cero y sin hacerlo le ponen un cero, ¿qué haríais vosotros? Otra cosa es ese mismo ejercicio una vez corregido en clase que no sepa hacerlo, con el cuaderno y todo como instrumento. No sé si me explico.
Por otra parte, uno de los objetivos de la educación es «Formarse una imagen ajustada de sí mismo/a», por lo tanto, hay que hacerle ver a cada uno sus posibilidades, desde el afecto, por supuesto, sin humillar a nadie, por supuesto, pero sí señalando dificultades y quizá por eso es bueno también señalar errores.
Vuelvo en otro momento, saludos, Montse
Hola!
A raíz de mi tuit: “Estupendos comentarios, aprendiendo, la reflexión es importante”.Y la respuesta instantánea de @luismiglesias: @alaznez “Adelante, deje usted su visión particular sobre el asunto”. Me veo casi obligada a ser un poco mas extensa.
La idea no es repetirme en todo lo ya dicho del error pero si veo que es importante desde el punto de vista del docente este tipo de debates ya que cosas que muchas veces las hacemos instintivamente, como detectar errores, corregirlos, o ayudarles a que los detecten o los corrijan tienen vital importancia en el proceso de aprendizaje del alumno, y para ello es evidente que debe existir una buena comunicación para que el alumno se sienta libre de preguntar y no ser ridiculizado. También soy consciente que el sistema de evaluación que usamos no es el adecuado, ni siquiera el sistema de enseñanza y no quiero comentar nada de la manipulación de las estadísticas. Lo único en lo que creo es que cuanto mas compartamos, reflexionemos y nos cuestionemos de nuestros métodos de enseñanza y más conscientes seamos de la tarea que realizamos entre todos estamos contribuyendo al cambio de sistema educativo.Y viendo que esesta el la línea del post y del debate te felicito y a seguir asi!
Un saludo.
Ante todo, gracias por atender mi invitación.
Efectivamente, Alazne, esa es la idea del debate.
Lo que ocurre es que «afortunadamente» (no es para ponerlo entre comillas sino en un altar) [casi] TOD@S los amig@s que han dejado su opinión por aquí, en pleno mes de Agosto, están/estamos trabajando en esta línea, con método pedagógico más elaborado o menos, con nombre o sin nombre, o aún mejor simplemente aplicando el SENTIDO COMÚN, madre del cordero de la Pedagogía clásica, contemporánea y futura y, por tanto, puede ocurrir que no nos llame mucho la atención.
Pero en la línea de Diego García, y con el máximo respeto al resto de opiniones, quiero manifestar que desde mi punto de vista: «El enfoque metodológico que nos ocupa, no es reinventar la rueda. La rueda no ha empezado ni a rodar» (Simplemente un dato, en Argentina, «a voluntad de los docentes» 3 de cada 10 (30%), ¿y en España, cuántos seremos?)
Pues nada, a seguir, SE ADMITEN SEGUNDAS OPINIONES (perdonad que abuse de las mayúsculas pero es que con cada comentario, disfruto tela marinera).
¡Qué regalo de debate! ¡Más limpio imposible, qué personas más educadas, parecéis maestros!
Hola!
como ya te dije, mil gracias por invitarme a la discusión (y enhorabuena por ella), aunque poca cosa puedo aportar que no haya sido comentada ya por este «claustro»:)
Como ya se ha dicho por aquí,la investigación sobre errores del alumnado, sobre concepciones erróneas, no es algo novedoso y tiene ya cierta tradición. Pero, como también se ha comentado, una cosa es que la investigación en didáctica lo trabaje y otra cosa que esa investigación, que esas orientaciones, hayan sido asumidas por la mayor parte de docentes (la impermeabilidad de los docentes a la investigación en didáctica es un tema complicado). Y aquí hay un problema grande porque, ¿cómo transformamos el análisis del error en un método de trabajo? ¿Qué evaluación debe hacerse?
También se ha comentado que cualquier iniciativa obtendrá resultados positivos. Estoy de acuerdo en que el objetivo de un cambio metodológico no debe ser mejorar las estadísticas de resultados académicos y que la validez de esos resultados están en tela de juicio si las alternativas didácticas han sido aplicadas y evaluadas por quienes las proponen. Pero debería hacernos ver que hay un componente que pocas veces se destaca y que es imprescindible para el exito de un proyecto educativo.El entusiasmo. Sin él, no hay posibilidad de exito, asumamos la alternativa que asumamos.
Desde el punto de vista personal, lo que más me cuesta al principio de curso con alumnado al que no conozco (cosa muy frecuente) es conseguir que pierdan el miedo al error. No creo que solo sea el trabajar sobre el error cometido por los alumnos, sino que es importante y necesario que entiendan que no se les va a castigar por errar, que no va a suponer enfado ni menosprecio. Que cuantos más errores aparezcan a lo largo del procceso, más y mejor aprenderemos todos al trabajarlos y subsanarlos.
Y esto supone algo más. Hay que darle espacio al alumno para que pueda equivocarse. Proporcionarle la posibilidad de equivocarse al utilizar reflexión, inventiva…hacerle enfrentarse a problemas y cuestiones abiertas. Me parece más interesante y rico ese error que el que puedan cometer al aplicar un algoritmo o una secuencia preparada al detalle por el profesor.
Saludos!
Ufff complicado aportar más 😉 Bueno, mi experiencia, lo vivido por mí que es poco… o mucho 😛
El error y su tratamiento. Una de las cosas que, me guste o no, ha influido más de lo que me hubiera gustado en mi vida. Esa EGB, ese Instituto, ese Conservatorio, esa influencia familiar… casi ná.
Pues durante todo ese tiempo en todos esos sitios de la única manera que se ha tratado el error, mi error, ha sido con un abanico de posibilidades que van desde el castigo hasta la humillación pública (otra vez… casi ná).
Para no extenderme mucho, un ejemplo que puede ilustrar su influencia (que no tiene q ser igual en todos/as las personas por supuesto) en mi educación y formación sin duda es la vivida en el Conservatorio, con el piano. Esas pasadas de estudiar, de repetir fragmentos, de sacarlos “airoso”, de sentirme satisfecho por el trabajo hecho, y esas clases, y esas audiciones en las q al más mínimo error… “Esto no te lo has estudiado mucho no??? Pues venga, cuando lo estudies vuelves…” Psicoanalizándome 😛 Es evidente que sí, al final me equivocaba en el 90 % de las ocasiones.
Normal. Sí, normal porque durante toda mi formación en lo que pensaba era en “no me puedo equivocar”, “no puedo fallar”, “no puedo cometer errores” que fácilmente se transformaba en un “me voy a equivocar”, “ya voy a fallar”, “aquí viene el error” :S
Y…. quienes dicen que esto no es nuevo??? Que el utilizar o mirar el error desde otra perspectiva es algo q ya está más que inventado?? Q esto no hay que reinventarlo cada día??? JA, JA, JA.
Aunque el artículo en sí, es una mezcla extraña entre lo que pretende transmitir con el trato del error y lo que en realidad deja entrever en algunas de sus afirmaciones, que no es más que el ramalazo tradicional del tratamiento del error, ¿es que se puede decir que el tratar el error y la equivocación de la manera que se propone aquí es algo “normalizado”? No me lo creo.
Sigo… Después de mi sinrazón dando tanta importancia al error llegó la época de las oposiciones, temida época 😉 y…. precisamente en ese tiempo fue cuando comencé a quitar importancia y superar lo vivido alrededor del error. Desapareció esa “inseguridad” ( me jugaba mi futuro 😉 ) Además de trabajo, me sirvió para conseguir pasar página de muchas más cosas.
Ahora digo, ¿todas las personas (q supongo q las habrá) que han sido tratadas y han sentido esa influencia en su vida por el trato recibido ante el error no nos han hecho aprender nada? Que ¿Por qué digo esto? Porque de lo que yo he vivido han pasado 25 años, porque hoy, en 2010, llevo 7 años viendo diariamente como se sigue machacando a personas de no más de 7 años de edad cuando cometen un error, porque llevo 7 años viviendo diariamente cómo ese trato llega a ser humillación, porque llevo 7 años viendo cómo esa actitud de docentes hace que a los 10 años de edad exista el abandono escolar (aunque no sea físicamente). Que se reinventa la rueda??? Señores/as, la rueda no ha empezado ni a rodar!!!
Saludos 😉
Estupendo Lola. No sólo por el contenido sino por el estilo.
Me parece excelente este modo de ver los errores. Hace un año atrás realicé un Curso de posgrado acerca de estrategias de enseñanza, en Corrientes, Argentina, y la Prof. Dra Estela Cols habló acerca de Astolfi, él, cambia el significado de …l error.
Decía (extraje algunos párrafos de la disertante) «nos muestran que detrás hay un modo de pensar que genera el error. No puede ser ignorado: el error o «conocimientos de la vida» que coexisten con los conocimientos científicos.»
Me encantó esta forma de no inhibir los conocimientos que trae el alumno al aula y que le sirve para construir su propio conocimiento. Me gustaría que me sugiera algun autor acerca de esta metodología.
Saludos
Anoche escribí un tocho pedagógico brutal que, afortunadamente, perdí en alguna curva de la red 😉
Ahora, releyendo a tanta gente sabia, me vengo a acordar de algunos casos prácticos, ya que yo aprobé Pedagogía con un 5 pelón (y eso porque mi padre era amigo del dominico que me «la daba») y no puedo teorizar nada de nada.
Una niña de 4 años viene a la mesa y enseña a su «maestra» un folio con los números del 0 al 9 copiados de la pizarra (sí, he puesto maestra entre comillas) «¡¡¿Otra vez el 2 al revés?!!» La demente coge el rotulador rojo y rodea con saña el número 2 que sólo estaba al revés, convirtiendo el folio y el resto de números, preciosos, limpios y ordenados, en un lamentable borrón de adulta cabreada (a saber con qué o quién)
La niña da un paso atrás y mira a la penca que le grita, con carita de estar pensando a esta tía qué le pasa, y se va triste y asustada a su silla, a intentarlo de nuevo, porque es una niña con la autoestima bien alimentada y quiere hacerlo bien.
Algo parecido le ocurre al siguiente niño que visita la mesa de la loca, pero este niño no siente que el mundo sea suyo y se ahoga en lagrimones y mocos, mientras la otra sigue erre que erre riñéndole porque se equivocó.
El mismo castigo, grito, borrón y humillación no produce el mismo efecto en todos los niños y niñas. La niña no siguió intentándolo gracias a su maestra, sino gracias a sus ganas y su capacidad de soportar lo insoportable. Su compañero se rindió y desesperó. En ambos casos, hay un dolor innecesario y una quema notable de las ganas de aprender porque sí, por gusto y por convicción. En ambos casos, se demuestra la inutilidad del castigo. No es nuevo, y algunos lo hemos vivido en primera persona, que el castigo es inútil, especialmente para provocar y conseguir aprendizajes. Tal vez logres domar a alguien durante el tiempo de clase, pero nada más.
Cuando Moisés, 4 años, vino a clase con un pequeño texto aprendido sobre el vértigo en las cabras montesas estaba muy nervioso. Era la primera vez que iba a explicar algo frente a una cámara de vídeo. Sabía además que lo íbamos a poner en Internet y lo vería mucha gente y quería hacerlo muy bien. Se equivocó y quiso repetirlo varias veces, hasta que le sugerí que lo viéramos antes de repetir de nuevo y así lo hicimos. Comentando cómo se veía y cómo se escuchaba, el propio Moi decidió que no estaba tan mal, que sólo tenía que ir un poco más despacio y así lo hizo. Cuando vimos el pase definitivo, sólo dijo algo así como «qué bien lo he pasado, ya he aprendido a ser locutor».
No se trata de convertirnos en idiotas que todo lo ven bien. Se trata de buscar y encontrar. De aprender estando bien, de no tener que llegar todos al mismo sitio al mismo tiempo (este es el verdadero fracaso escolar) y sobre todo y como dice María, ¿para cuándo un análisis de errores de los que señalan los errores ajenos con rotulador rojo?
Lo peor de todo esto es que me miden mis, medimos sus aciertos y mis errores en función de lo que hacen los «listos» los «guapos» o los «ricos», y no en función de mi punto de partida, de mis capacidades o de lo que naturaleza esa hijadeputa que dicen que es sabia, quiso o no, regalarme (no olvidemos que fomentamos en la escuela conductas que a nosotros, los adultos, nos molestan sobremanera aún de mayores) Evaluamos comparando y si bien parece que no queda otra que hacerlo en este mundo cruel, al menos ser conscientes de ello podría ayudarnos en algo y por extensión, ayudaría a nuestro alumnado. Creo honestamente que somos un cuerpo, el docente, acomplejado, soberbio y con poca autoestima (sálvese quien pueda) y en vez de cambiar eso, lo alimentamos desahogando la frustración en otros que están en posición más débil. Hay algo morboso en tener en tus manos la nota de un alumno que te toca las narices porque no baila tu son, esa erótica fea del poder pobre que lleva al castigo y a la repetición o la pérdida de alguna oportunidad. No exagero, no. Y sí generalizo, luego yerro, pero lo hago por pura comodidad y sabiendo que la mayoría no se dará por aludida 😉
La contradicción entre lo que dice la Ley (ver comentario de mi Nicolasa) y la exigencia que llega a los colegios en febrero pidiendo cuánta gente va a repetir es patética. Y cansina. Y dolorosa.
Pues eso, que ya cansa tanto debate sobre cosas tan evidentes y tan de sentido común. Habrá que ponerlas en práctica o nos seguirá dando la sombra escolar. Si hasta la iglesia católica tuvo que claudicar y quitar el infierno, jejeje.
El artículo de Clarín me parece una perogrullada, aunque habrá que reconocerle el poder como catalizador de debate. Es obvio que lo deseable sería un sistema eduactivo que permitiera esa atención personalizada, esa lucha lenta y paciente contra el error. Pero con ratios de más de 30 alumnos por clase, ¿como es posible?
Siempre me ha parecido un drama ese momento en el que corriges un examen y te das cuenta de cuantos alumnos no han entendido nada. En ese momento ya es tarde, ya pasó, ya estás con el siguiente tema o evaluación, así que ¿de que sirve poner un suspenso? De mero castigo.
De todas formas creo que «mostrar lo errores» es poco práctico. Quien los comete es quien debe verlos, tras un reto, un proceso de reintento. Como en los videojuegos, nadie te explica que has hecho mal, simplemente sigues jugando hasta que «ves» la forma de pasar pantalla. Para ello, el alumno tiene que estar lo suficientemente motivado para que el «siga jugando» funcione. Y ahí está el quid de la cuestión.
Saludos
A mí tampoco me gusta el titular. El objetivo no debe ser lograr que menos alumnos y alumnas repitan, sino que aprendan más y mejor. Muchas veces una cosa no tiene nada que ver con la otra.
En cuanto a los errores, es importante que se asuman como parte del proceso de aprendizaje. Hay que saber asumir los errores, analizarlos y aprovecharlos. ¿Enseñamos a hacerlo? ¿Cuántas veces nos hemos encontrado que el alumnado no desea hacer una tarea por miedo a equivocarse? No deben tener miedo a equivocarse, y debemos transmitir que no pasa nada si se equivocan, que luego se corrige, y que eso vale para aprender. Claro que si la evaluación continua significa poner notas continuamente con ceros cada vez que alguien comete un error tal vez provoquemos ese miedo al error y, en consecuencia, a no querer participar en el proceso.
En mi materia, en la elaboración de proyectos técnicos, uno de los apartados del informe que se presenta al final es el de «posibles mejoras». En él el alumnado debe analizar los fallos y errores y reflexionar sobre posibles soluciones que hubieran resultado mejor. Los errores no puntúan negativamente, lo que puntúa negativamente es no asumirlos o no verlos, pues en cualquier trabajo siempre hay algo que se puede hacer mejor.
Añado otro punto de vista: Mirémonos a nosotros mismos. ¿Asumimos nuestros errores como docentes y los utilizamos para mejorar? Ante el fracaso escolar ¿el profesorado se replantea su método o simplemente acusa al alumnado de estudiar muy poco?. ¿Nos ponemos a analizar nuestros fallos o echamos balones fuera?
Errar es humano. Aunque desde luego que se debe buscar y premiar el éxito y la tarea correcta, el alumnado y el profesorado debemos asumir la equivocación y aprovecharla positivamente para mejorar. Es ley de vida.
Un saludo
En lenguas extranjeras, se suele tener claro que el error forma parte del aprendizaje. El viejo debate de «accuracy vers fluency» quedó superado con la llegada de las metodologías comunicativas en los años 80. Es más importante la fluidez en la expresión. Lo cual no quiere decir que no haya que corregir, sino que el tratamiento de los errores debe ser cuidadoso y positivo para no inhibir al alumno en su intento de comunicarse. Hay que proporcionar para ello buenos modelos que podamos imitar; la causa del error no es tan importante como el modelo que se proporciona, su repetición y la motivación para expresarse. El objetivo no es sólo construir frases correctas, sino ser capaz de utilizar la lengua en las diversas funciones lingüísticas.
Casi todo el profesorado de lenguas se manifiesta a favor de las metodologías activas y comunicativas, pero a la hora de evaluar, seguimos utilizando exámenes que priman la corrección sobre la fluidez, ya sea por medio de ejercicios gramaticales o redacciones en las que se penaliza por errores cometidos. Creo que estamos de acuerdo en la importancia de la evaluación; condiciona lo que se aprende y cómo se aprende. La madre del cordero, cómo bien habéis dicho en este interesante hilo de comentarios.
A lo mejor lo que voy a decir está demasiado lejos (por genérico) de lo que se plantea… pero creo que si todos supiéramos cuál es, de verdad, nuestro trabajo, lo veríamos mucho más claro.
Aún reconociendo que puede haber problemas ideológicos de fondo, la ley nos encomienda como profesores el papel de facilitar o guiar el APRENDIZAJE del alumnado dentro de unos ciertos parámetros. Esta es la palabra clave: APRENDIZAJE. No ENSEÑANZA. Enseñar, mostrar, implica que el que pueda atrape lo que pueda, que yo ya he cumplido mi parte. Y eso, al menos durante la enseñanza obligatoria, no debe ser así; la dinámica debería ser eliminar o aparcar lo que no funciona DE CARA AL APRENDIZAJE, a todos los niveles (desde la administración educativa hasta el aula), deshacerse de lo que no sirve para aprender.
Como cada chico y cada chica son diferentes a los demás, habrá muchas herramientas, estrategias, materiales… que sirvan a casi todos, y habrá que dedicar mucho más tiempo a analizar y evaluar lo que hacemos. El análisis de los errores es una más de las posibilidades (yo creo que acertada, desde luego)
Un dato: no he visto en ninguna programación (y he revisado muchas este año) en la que se proponga examinar las actividades a la luz de los resultados que han obtenido los alumnos y alumnas.
Desde mi punto de vista, los errores que cometen l@s alumn@s son algo que ell@s deben superar, pero es una obligación nuestra que lo hagan. Por decirlo de una manera un poco bestia: cualquier cosa que hagamos cuyo objetivo sea diferente al del APRENDIZAJE, es un FRAUDE.
Esto no siempre fue así, no cuando el sistema era selectivo. Pero en un sistema educativo inclusivo, integrador, y que realmente pretenda extender la cultura y el conocimiento a todas las capas sociales (y esto es lo que dice la Ley, porque es uno de los pilares de la democracia), el fracaso escolar es un concepto que CHIRRÍA, incongruente, inaceptable, salvo como reflejo de la propia marginalidad social (que también es inaceptable, pero ese es otro tema). Cuando hablamos de un 39% de graduados en ESO anualmente (en un centro que me toca muy de cerca) creo que la única marginalidad es la del propio centro, la de sus profesores, la de la inspección… Eso es ignorar cuál es su trabajo, pretender que siga siendo el mismo que era hace 20 años… Es lo que hay, amigos, amigas, nuestro trabajo cambia, porque el conocimiento cambia, porque la sociedad cambia… nadie dijo que ser profesor fuera fácil. Y si lo dijo, mintió.
No creo que haya más fórmula mágica que asumir que nuestro trabajo no es ENSEÑAR… sino conseguir ciertos opjetivos de aprendizaje en nuestro alumnado. Nuestro trabajo debería medirse por nuestros resultados, y hay muchas, muchas maneras de implementar esto. ¿Nos ponemos a trabajar? Porque, de eso no hay duda, tendremos que trabajar un montón…
Mis saludos a todos
(y Luis Miguel, perdona mi parrafada)
Comparto muchas de las ideas que se han expuesto aquí, así que trataré de no repetirlas, para mantener una cierta agilidad en el debate. Hay dos cosas que me llaman la atención. Una, la manera de contar la «noticia» que utiliza el periódico, que, como ya habéis insinuado algunos, serviría casi para dar cualquier información en ese medio, sin importar el contenido. Y dos, la comprobación, de nuevo, de la fuerza de Twitter, pues imagino que la mayoría hemos sido convocados a «este claustro virtual» mediante esa red.
En cuanto al tema que nos ha reunido aquí, ofrezco mi aportación, que no es nueva, pues tomo ideas prestadas pero que comparto… Así, creo que todo proceso de enseñanza-aprendizaje que se realiza en el aula debe respetar algunas condiciones:
a) La definición de unos objetivos propios.
b) El análisis de los objetivos pedagógicos en las secuencias de aprendizaje necesarias.
c) El tiempo suplementario de instrucción (entre el 10-20 %, según algunos autores), para la correción de los errores de los que hablamos, y también para la reanudación de las etapas inacabadas.
d) La evaluación de los resultados y no de los alumnos. Esto significa que la evaluación tendría que hacerse a partir de la constatación o no de los objetivos pedagógicos propuestos. En consecuencia, no debería hacerse sobre la comparación de los resultados en un determinado grupo de alumnos.
Por eso, pienso que el sistema educativo tiene que hacer más para eliminar la llamada selección por el fracaso. No me parece una práctica pedagógica defendible. Si los alumnos deben aprender de sus errores para alcanzar el éxito escolar, los docentes también deberíamos implicarnos profesionalmente en ese proceso. Aunque todos sabemos que no siempre resulta fácil…
Ya se ha dicho casi todo… por aportar un granito en otra dirección:
Siempre les recuerdo a mis estudiantes la palícula «cuatro bodas y un funeral», cómo los amigos hacen discursos en las bodas. Aquí sería impensable, nadie quiere hablar en público, se ruboriza. En cambio a los sajones parece que no les cueste. Además de que practican a lo largo de su sistema educativo, una parte muy importante es la actitud frente al error. Al que tartamudea o pierde el hilo se le anima y apoya, no se le ridiculiza. También es interesante ver conferencias de empresarios americanos en las que cuentan sus fracasos empresariales, aquí nunca, los ejecutivos se pavonean de un éxito permanente (obviamente falso). Una relación «normal» con el error es fundamental para atreverse, para atreverse a todo, a cualquier cosa en la que uno pueda equivocarse, como hablar en público o emprender. La normalidad de la relación con el error obviamente pasa por no penalizarlo (en exceso) durante los muchos años que uno pasa en el sistema educativo. Sobre la calibración de la penalización, los madios que requiere hacerlo bien, la interferenica de la evaluación y otros muchos aspectos ya habéis comentado otros con más conocimiento y precisión.
Excelente debate. Un saludo
Soy un palurdo absoluto en lo que a teoría pedagógica se refiere, vaya esto por delante. No tengo ni idea de qué método, novedoso o no, de evaluación se está hablando aquí. Ni siquiera sé en qué consisten los «criterios objetivos» -si es que eso es posible- de evaluación que cada curso he de poner en mi programación (a no ser los que se ponen para recurrir a ellos en posibles casos de reclamación).
¿Que la evaluación es la madre del cordero? Pues no sé; la evaluación condiciona el método, como el método condiciona la evaluación.
Siento ser tan simplista y rudimentario: la evaluación eficaz es la que hace, casi de forma inconsciente, día a día, un maestro sensato y de buen corazón; y ello comprende la valoración de errores y aciertos, silencios, pasividad, etc.
En esencia, estoy absolutamente de acuerdo con el comentario de Luismi a su propio artículo.
Lo más llamativo del artículo para mí es sin duda la última intervención de Horacio Sanguinetti, que tras señalar que: “Las teorías que buscan comprender por qué se equivocan los alumnos son bastante recientes”. Cosa que aunque cierta a nivel teórico, en la práctica el sentido común impone esta reflexión a cualquier enseñante, creo yo.
Sigue diciendo Horacio Sanguinetti, “Por mi parte, creo que siempre debe existir un límite de hasta donde se puede perdonar un error y cuándo éste debe ser sancionado”.
Frente a la terminología empleada para exponer la cuestión, yo prefiero en todo caso la empleada en el mismo artículo por Raúl de Titto, director general del Cangallo Schule, que hablaba de “límites que pasan por lo individual de cada alumno y hay que marcarlos”
También dice H.S.:“Cuando el disparate es enorme, realmente no queda otra”.
Yo pienso que si el disparate es enorme la evaluación no es operativa, esa evaluación quedaría fuera de lugar, requeriría justamente una evaluación personalizada.
Quizá de una empresa se pueda esperar que haga menos concesiones al error (según la empresa y según el error) pero en lo que a docencia se refiere, siempre habría de servir este de punto de partida del siguiente reto; y de otra parte “a mayor reto mayor recompensa” y ese debería ser el auténtico “leitmotiv” del alumnado“ porque esto es lo único que debería capacitarlo y acreditarlo.
Y finalmente apunta Horacio S.: “A veces los alumnos muestran una ignorancia tal, como ubicar a San Martín en la época del Cid, que no se puede pasar por alto”. Errores y horrores.
A mí me parece un horror traer a este debate a san Martín y al Cid.
¿A cuánt@s de nosotr@s (docentes) nos parece este conocimiento imprescindible fuera de una edad y un control específico?
la utopía no es que todos van a entender todo de la misma manera”. La utopía es que cada persona tiene unas capacidades de la que se debe de responsabilizar y pulirlas a lo largo de su vida, porque además seguramente coinciden con lo que más le gusta hacer a esa persona” Bueno, a groso modo.
Hace un poco más de 30 años, en el doctorado, tuve oportunidad de leer y discutir un texto de Marie Helene Salin sobre el uso de los errores como estrategia de aprendizaje, en matemáticas. Un excelente documento que probablemente se pueda conseguir en alguno de los IREM’s (París VII o Burdeos).
En mis cursos de este semestre estoy intentando una estrategia: que los alumnos evalúen el reporte del trabajo de equipo que ya entregaron, utilizando la rúbrica que se les proporcionó desde el inicio; luego, que corrijan el trabajo; y solamente entonces procederé a retroalimentarlo. La idea: que sean conscientes de la utilidad de la rúbrica para elaborar trabajos con un mínimo de calidad y que se acostumbren a revisarlos antes de enviarlos. Si funciona o no, lo sabremos al terminar el curso.
Saludos cordiales.
Jo, ¡Vaya Claustro!!
Quería haber participado esta tarde pero finalmente entre unas cosas y otras me fue imposible y pensé al llegar a casa… ya estará todo dicho… Ahora me alegro porque así puedo recoger algunas de las ideas que más me han gustado y comparto pleanamente si Luis Miguel me lo permite:
Profesor Jano: «Por eso prefiero resaltar los éxitos de los chavales. Respecto a las correcciones… ¡hay que hacerlas!…»
Mercedes Ruiz: «La práctica que mejor nos resulta es la de la crítica constructiva en el grupo… di tres cosas que ha hecho bien y una que podría mejorar.»
Javier de la Rosa: «En el aprendizaje, el error es tan necesario como el éxito.»
Juan Carlos Guerra: «…con los ratios que manejamos sería casi imposible trabajarlo individualmente…»
José L., balhisay, Domingo, Paco: «la madre del cordero está en la evaluación.»
Carme Durán: «… los errores de los alumnos son el síntoma de las dificultades con que se encuentran para elaborar el conocimiento sobre cualquier objeto de estudio…»
Luis Miguel y Carme Durán: Los docentes observamos los obstaculos y aprendemos también los mejores procedimientos de enseñanza.
Creo/ía que somos mayoría los que pensamos que los errores son un elemento más del proceso de enseñanza-aprendizaje y que a partir de ellos también se construye conocimiento.
Otro elemento más importante que destacaría de este artículo es cómo nos ha movido a comentarlo, creo que debemos hablar más de metodologías, pedagogías, enfoques didácticos… a veces pensamos que como somos docentes no tenemos mucho que aprender. La evaluación y reflexión sobre nuestras prácticas educativas, compartir claves que funcionan, que mejoran, que motivan e implican a alumnos, compañeros, padres, etc. Yo aprendo cada día.
¡¡Muchas gracias Luis Miguel!! ¡Vaya Claustro!
Bueno, creo que estamos de acuerdo con el típico tópico de que de los errores se aprende… pero quiero ir más allá cuando me he dado cuenta del error cometido por mis propios medios, he aprendido mil veces más que cuando he sido corregida o incluso castigada por ello.
A lo que voy prefiero que el alumnado descubra su propio error cuando lo comete ¿Cómo? Pues con mucha dificultad.
También me he dado cuenta que cuando intentas corregir a alguien y lanzas el error sin nombrar a la persona que lo cometió, sin decir su nombre directamente, es mucho mejor porque el que lo cometió se da cuenta, lo corrige y nadie se entera (No se si me he explicado bien)
No quiero extenderme demasiado, así que terminaré diciendo que el debate que se plantea me parece interesantísimo…
Siempre he sido de la opinión de que cuando se comete un error hay que indagar en él, hasta llegar al fondo de por qué se ha producido. Los errores no hay que tomarlos como negativos porque son oportunidades para el aprendizaje. Aunque no creo que esta noticia sea un gran descubrimiento, de por sí muchos maestros y profesores lo utilizan cada día en sus clases o ¿quizás no…?. Como ha dicho Luis Miguel:¿Qué ocurre? ¿No es novedoso? ¿Todos lo hacemos?»
Este tema ha sido una buena excusa para generar debate y compartir opiniones, así que enhorabuena por el debate abierto 😉
Ahora un poco de humor a través de un video sobre un error matemático (vía, YouTube):
Saludos
Rosa
Se me ha perdido una parte del anterior comentario. La completo aquí. ¡Sorry!
Quería decir «formular frases sencillas». Y luego ir viviendo en el aula qué es preciso para lograr que se cumplan. O acercarse a ellas. Y contarlo conforme ocurre, no al final. Como un proceso y no como un producto.
Porque si quiero procesos para el alumnado, también para el profesorado, ¿no?
El error como fuente de aprendizaje . Cierto , no es novedoso el tema . De todos es sabido que el ser humano va aprendiéndo de sus errores porque le permite corregirlos y evitar cometerlos de nuevo ante una situación similar . Traspasado al proceso de enseñanza aprendizaje se trata de inculcar en los alumnos la idea de que el error genera aprendizaje … ¿ cómo hacerselo comprender ? , pues eso es labor de los profesores , de los padres y tutores . De nada vale que nos esforcemos en transformar la escuela nosotros , los profes . La comunidad educativa , las familias … todos deben implicarse .
Un cordial saludo
Yo estoy de acuerdo con la idea de que el enfoque no está apenas extendido entre los docentes, que dice Luismi. Y también estoy de acuerdo en que no es nada novedoso, como indicaba Juan Carlos.
Eso lo agrava aún más.
Para que estuviera extendido tendríamos que abandonar la calificación como herramienta de penalización. Y darle una carga plena de orientación. Mientras pensemos en la evaluación en términos de «palo y zanahoria» no será evaluación. Será palo y zanahoria.
Yo prefiero entender el desarrollo del alumnado muy en la línea que decía David. Como procesos que miramos. En los que el protagonista, el alumnado, hace uso de los contenidos para mostrar sus adquisiciones. Y no como meros productos. Porque la herramienta de evaluación más extendida, los exámenes, no son procesos. No los veo yo así para nada. Son productos. Y, además, suceden en el tiempo equivocado: al final. ¿Qué se puede rectificar al final, qué se puede reorientar?. Y más: para que fueran procesos tendríamos que dar un número de oportunidades indefinido, hasta agotar el tiempo del curso. Y eso no sucede.
Lo preocupante no es que llevemos décadas haciendo lo mismo a pesar de que sabemos que existen otras opciones. Lo preocupante es que hacemos lo mismo que hicieron con nosotros.
¿Qué cambios reales han sucedido en la evaluación en las últimas cuatro décadas? Cambios de modelo, quiero decir.
Creo que el cambio de verdad vendrá de formular frases sencillas, del tipo: «el alumnado podrá usar libros en los exámenes»; o «el alumnado podrá tener tantas oportunidades como desee a lo largo del curso para lograr demostrar la adquisición de una competencia»; o «evaluaré procesos, no productos»… O yo qué sé…
Y, también estoy de acuerdo en una cosa. Si esto se hace con fines estadísticos, mal vamos. O con fines de generar titulares. Está bien que un periódico haga su trabajo con la información que considera noticia. Pero eso no tiene que ver con nosotros, con nuestros tiempos ni con nuestros intereses.
Creo…
Eso nos aleja de la administración y de la prensa.
Creo…
Y muchas felicidades, Luismi, por la iniciativa. Creo que estos debates son el buen camino. Estoy convencido completamente. 🙂
Luis Miguel, el comentario se ha duplicado. ¿Podrías quitar la primera versión? Gracias y por esto, y por promover un debate tan interesante.
Alejandro
Ya lo dice la voz popular «de los errores se aprende». Me gustaría distinguir dos aspectos respecto al artículo. En primer lugar, yo estoy de acuerdo con la necesidad de ahondar en las causas para fulminar los efectos nocivos. El símil del fuego de Gregorio Toribio me parece muy acertado. Nuestra tarea como educadores no debe centrarse en cazar el fallo, debemos ayudar a nuestros alumnos a mejorar, intentando conocer las causas, y aunque ese conocimiento no nos garantice alcanzar el objetivo. Muchas veces esas causas nos exceden.
Por otro lado, desconozco quien firma el artículo,no sé si se trata de un educador, de algún miembro implicado directamente en el proyecto o si lo firma un periodista de Clarín. Os parecerá una tontería pero tengo la impresión de que la prensa muchas veces «necesita la noticia» y la crea o moldea a su antojo para que resulte llamativa. Cuántas veces habremos visto titulares en telediarios sobre investigaciones científicas, planteados de manera que parece que se haya encontrado la panacea para una enfermedad y resulta ser simplemente otro pasito para conseguirlo.
Con esto quiero decir, que cualquiera que desconozca el ámbito educativo, podría sacar como conclusión que en Argentina se ha encontrado la solución para el fracaso escolar…yo, modestamente no lo creo. Aunque creo que resulta más cómodo marcar en rojo el fallo de un alumno que profundizar en las causas.
Un saludo y gracias por vuestras aportaciones sobre el tema.
La nota del diario Clarín de Buenos Aires me sugiere dos ideas: primero, la importancia de no penalizar el error, sino por el contrario utilizarlo como recurso fundamental para los aprendizajes; y segundo, el valor de promover la conciencia de las causas del error.
La primera es una cuestión reiteradamente señalada en las pedagogías más progresistas, con una consolidada base epistemológica (ver referencia lateral a Popper en la misma nota).
Creo, al menos para mí, que lo más interesante del artículo está en la segunda: la necesidad de desarrollar la capacidad reflexiva, poniendo como objeto de pensamiento la propia experiencia de los aprendizajes.
En la nota se pone como ejemplo la confusión producida por el dictado de un número: el alumno ha cometido un error y parece importante que además de identificarlo, sea capaz de investigar sobre las causas que lo llevaron a cometerlo.
Si saltamos de la sencilla experiencia de escribir números a aprendizajes más complejos estamos ante la médula de la experiencia educativa: la auto-conciencia de sí misma como experiencia vital.
Quien habla de reconocer los factores que determinan un error sencillo en una transcripción numérica, también puede señalar aquellos que intervienen en la afirmación de visiones prejuiciosas o estereotipadas, o en la aparición de flujos emocionales. (Esto, que a simple vista puede parecer algo complicado, podría reducirse a que los alumnos piensen en porqué piensan o sienten lo que piensan o sienten, y los profes tengamos la capacidad de escucharles y realizar devoluciones significativas y «mínimas»)
Finalmente agregaría: por exigencia institucional no hay más remedio que evaluar cuantitativamente el resultado de los aprendizajes. Quizá se trataría de utilizar de manera discontinua y complementaria a estos procesos propios de una «educación industrial», actividades metacognitivas sobre esas pruebas, las cuales nos resultan tan contradictorias e incómodas.
Pido disculpas por convertir este comentario casi en una entrada. Pero las muy interesantes aportaciones anteriores me han entusiasmado con un tema que me pre-ocupa especialmente.
Saludos y seguimos.
La nota del diario Clarín de Buenos Aires me sugiere dos ideas: primero, la importancia de no penalizar el error sino por el contrario utilizarlo como recurso fundamental para los aprendizajes; y segundo, el valor de pensar en las causas del error.
La primera es una cuestión reiteradamente señalada en las pedagogías más progresistas, con una consolidada base epistemológica (ver referencia lateral a Popper en la misma nota).
Creo, al menos para mí, que lo más interesante del artículo está en la segunda: subrayar la necesidad de desarrollar la capacidad reflexiva poniendo como objeto de pensamiento la propia experiencia de los aprendizajes.
En la nota se pone como ejemplo la confusión producida por el dictado de un número: el alumno ha cometido un error y parece importante que además de identificarlo, sea capaz de investigar sobre las causas que lo llevaron a cometerlo.
Si saltamos de la sencilla experiencia de escribir números a aprendizajes más complejos estamos ante la médula de la experiencia educativa: la auto-conciencia de sí misma como experiencia vital.
Quien habla de reconocer los factores que determinan un error sencillo en una transcripción numérica, también puede señalar aquellos que intervienen en la afirmación de visiones prejuiciosas o estereotipadas, o en la aparición de flujos emocionales.
Finalmente agregaría: por exigencia institucional no hay más remedio que evaluar cuantitativamente el resultado de los aprendizajes. Quizá se trataría de utilizar de manera discontinua y complementaria a estos procesos propios de una «educación industrial», promoviendo en clase actividades metacognitivas sobre esas pruebas que nos resultan tan contradictorias e incómodas.
Pues quizas esta metodología, llevada a cabo en grupos pequeños puede ser efectiva, ¿porqué no?. EN general no soy partidario de la sanción como método de aprendizaje aunque coincido con determinados comentarios en que es complicado trabajar esta metodología en grupos grandes, cosa que ocurre con casi cualquier otra metodología, pero entonces entraríamos a otro debate, mucho mas profundo y complejo 😀 .
Siempre recordaré a un viejo maestro de ajedrez que nos decia que se aprende mas de las partidas que se pierden que de las que se ganan, puesto que aquellas las repasamos mentalmente, las analizamos para ver el motivo de nuestro error y no volver a repetirlo.
Me ha parecido interesantísimo este debate aunque creo que en las distintas aportaciones se han mezclado muchos aspectos: la función de la evaluación formativa frente a la evaluación acreditativa, la importancia de la motivación y de las cuestiones afectivas en el éxito de cualquier aprendizaje, la cuestión de la conveniencia o no de la repetición de curso… Intentaré aportar mi grano de arena sobre uno de los aspectos que aparecen en el artículo: la necesidad de partir de los errores de los alumnos y de tenerlos en cuenta para mejorar su aprendizaje. Mi experiencia como profesora de secundaria y como investigadora me ha llevado al convencimiento de que los errores de los alumnos son el síntoma de las dificultades con que se encuentran para elaborar el conocimiento sobre cualquier objeto de estudio. No sólo aprenden ellos de sus errores, sino que el docente puede observar cuáles son los obstáculos con que se encuentran los estudiantes para apropiarse de aquellos conocimientos que les pretendemos transmitir y ésa información es valiosísima para poder construir dispositivos didácticos que puedan salvar esos obstáculos. No se trata de una atención individualizada, porque muchos de los errores son comunes, productos de las representaciones que los estudiantes han construido sobre el objeto de saber. Se trata de que aparezcan en las aulas, de que los alumnos verbalicen esas representaciones, que se las cuestionen, que las contrasten con las de los demás. Que tomen la palabra, muy a menudo monopolizada por el docente. Que reflexionen, en definitiva, y que no tomen el objeto de estudio como algo cerrado sobre lo que sólo hay una respuesta, sino como algo sobre lo que ellos también pueden formular hipótesis, aunque se equivoquen.
Voy a romper mi promesa de no aportar nada al debate, coincido con Carme Durán en que se están mezclando ingredientes, porque evaluación con desarrollo diario de clases, con motivación, son todos ingredientes de este «sencillo y cómodo empleo de docente».
Pero, el que me conoce un poco, sabe que soy partidario de sumar, por lo que me quedo con las opiniones de tod@s y aprovecho para daros las gracias y animaros a invitar o incluso repetir en el debate. Estoy encantado y maravillado. «Sois excelentes, señor@s docentes»
La idea de Carme Durán que indica que muchos obstáculos ya los conocemos, por tanto, no requiere de una atención super-individualizada, ya sabemos más o menos que es lo que les va a costar, por tanto,
¿Qué ocurre? ¿No es novedoso? ¿Todos lo hacemos?
Pues al parecer este enfoque no está muy extendido entre la comunidad docente. Lo mismo, los que habéis escrito y yo me incluyo un poco como indico en el último párrafo estamos en esta línea y, por tanto, no nos sorprende en exceso.
Pero, se apela una y otra vez a la profesionalidad del docente y a la voluntad de los mismos como se indica en el artículo, y nos encontramos con que cuando se profundiza y se hace un estudio con detalle, en Argentina, resulta que únicamente 3 de cada 10 docentes lo hacen a costa de «su propia voluntad» ¿Y yo me pregunto? Y en España, ¿cuantos seremos?
Yo mantengo una máxima, que es la siguiente: «el bienestar de mis alumn@s es el mío propio, por tanto quiero alumn@s activ@s, presentes física y mentalmente en el aula, que participen, se equivoquen o no, al principio más luego menos (o al revés, que también los hay), o cada uno en función de sus posibilidades, pero alumn@ motivado vale por 2»
Mi visión: ERROR = OPORTUNIDAD DE APRENDIZAJE
Ejemplos, clarísimos los de los amigos Gregorio Toribio y David Álvarez.
¿Sensacionalismo en la noticia? Tal vez, y no lo niego, de ahí el interés que captó en mi y en todos los que hemos escrito. Por sí solo, no arregla nada, pero es actitud de participación, colaboración, desarrollo de habilidades sociales, comunicativas, respeto a los demás, … ¿os parece poco? Si en todas las aulas se llevase a cabo, junto con otras buenas prácticas, otro gallo nos cantaría.
No entorpezco más. ¡Qué siga el debate!
Tampoco considero novedoso esta forma de evaluar, llevo varios años trabajando con grupos de diversificación curricular y el trabajo del orientador del Centro me permite conocer con antelación las necesidades educativas de cada uno y mejorar sus capacidades.
Si es verdad que en grupos mayoritarios es muy difícil llevar adelante esta tarea educativa aunque tengo muchos compañero que buscan las deficiencias educativas de sus alumnos para mejorarls.
Salu2 Joaquín
Como matemática siempre he sido defensora a ultranza del método de «Elogio al error». No hay que castigar un error, hay que corregirlo… Para ello los alumnos se tienen que sentir libres de equivocarse. Que se equivoquen en clase, en sus deberes, que se equivoquen en sus comentarios en voz alta sin miedo a sentirse ridiculizados. Nadie se va a reír de ninguno de ellos por dar una respuesta incorrecta y muchos de sus compañeros pueden aprender del mismo error que ellos han cometido. Y cuando lo vean en el examen, habrán aprendido, podrán decir: «esto se hace así pq en clase el otro día me lo corrigió mi profesora…»
Todos aprendimos así.
Para mi, eso es la base del buen aprendizaje. No es castigar al que se equivoca. Y no, no considero que corregir en un examen sea un castigo.
Luismi, me parece intresante lo de saber el motivo del error e intentar remediarlo mediante el razonamiento, pero creo que eso -de una forma u otra- lo llevamos haciendo desde hace años.
Estoy con balhisay, Domingo, Paco y todos quienes opinan que la madre del cordero está en la evaluación.
Perdona que mi comentario sea tan pobre. Me pasaré por este post con cierta regularidad para ver si la perspicacia de algún compañero me sugiere alguna aportación interesante.
Un saludo.
El método evaluativo que se expone en el artículo no es novedoso, por lo menos como proceso de enseñanza-aprendizaje, y creo que no es válido en la evaluación, ya que hay que entender por evalua: estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos.
Creo, además, que todo docente con un mínimo de profesionalidad, investiga las causas del error de los alumnos, al menos de los errores más generales que comente un grupo, pues con los ratios que manejamos sería casi imposible trabajarlo individualmente.
No quiero repetirme en las opiniones que ya habéis vertido. En el aprendizaje, el error es tan necesario como el éxito. Cuando un/a alumno/a comete un error y ofrecemos estategias que le permitan buscar una solución exitosa, el/la alumno/ se siente reforzado.
Además, veo fundamental el trabajo colectivo como solución a muchos de los errores de nuestro alumnado, sin presión de una nota calificativa y trabajando de forma colaborativa podrian conseguir, quizás, más logros
¡Valiente cantidad de pamplinas!
(me refiero al artículo, no a los comentarios)
¿Acaso no se corrigen estos errores por parte de la tutoría de la manera más común y clásica?
Estamos descubriendo la pólvora…
Para eso están los ejercicios de clase y la corrección de cada uno de ellos.
Sí esos que vienen en los libros de texto y cuadernillos de trabajo que le dan tanto repelús a algunos…
Lo normal es que esto suceda de manera cotidiana.
Alucino, de lo que debe ser cotidiano hacemos una teoría. ¿Pedagogía del éxito?
Esperar al que va por detrás y hacer una pedagogía del éxito por el éxito no lleva más que a bajar los niveles.
Soy maestro de educación Especial y esta pedagogía mal entendida es la que nos ha llevado a los niveles actuales de formación. La repetición es necesaria. No encuentro nada malo en que determinados alumnos/as permanezcan un año más en determinados cursos y cuanto antes se produzca esta repetición… ¡mejor!
El tema del tratamiento del error en el aula es uno de los pilares de la metodología de la clase. Recuerdo la primera vez que oí la teoría del error en las segundas lenguas cuando estudiaba en la Facultad de Filología y cómo me llamó la atención que mi profesor nos dijera que cuando se producía un error del tipo doesn´t studies, era algo positivo porque significaba que el alumno había interiorizado una regla y que se podía partir del error para evolucionar en el aprendizaje. Fue como una losa que me quitaran de la cabeza.
Cuando me convertí en profesora pensé que enseñar teniendo en cuenta estos principios sería algo fácil pero no es así. Mis compañeros de departamento ,en general ,penalizaban el error y aunque supieran la causa de un error determinado consideraban que eso se debía tener en cuenta cuando se estaba enseñando,no cuando se evaluaba.La losa volvía a estar en mi cabeza otra vez.
A pesar de que han pasado muchos años, recuerdo a un alumno de 1º de BUP (la pre-historia que muchos parecen echar de menos, como si fuera el jauja) que no se enteraba de la interrogativa en inglés. Yo le explicaba que había que poner DO/Does/did delante del pronombre sujeto. Y cuando se equivocaba, lo repetía hasta la saciedad.Hasta que un día me dí cuenta qué significaba delante para él, os explico: xy (la y va delante de la x) !!!!! Luego he does study?
El alumno no era tonto, no necesitaba aula de apoyo ni clases particulares de inglés. Sólo necesitaba una metodología, y una profe que tuviera en cuenta el error, antes, durante y después,también en el proceso de evaluación.
Ah! Al final aprobó por los pelos pero no porque le bajé el nivel, ni porque aprendí la lección y aproveché ese curso la experiencia, sino porque él hizo el esfuerzo sobrehumano de entender qué era para mi «delante». A lo largo de los años es cuando he ido modificando mi metodología a través del aprendizaje que te dan los alumnos.
Para seguir aprendiendo fuera del aula:
http://www.monografias.com/trabajos65/error-proceso-aprendizaje/error-proceso-aprendizaje.shtml
También viene bien releer a Piaget
http://mayeuticaeducativa.idoneos.com/index.php/348494
Una de la máximas de mi vida es: OPINAR SÓLO CUANDO TE PREGUNTAN. Uno de los motivos es que las personas, más los adultos que los jóvenes, no nos gusta ser criticados. He comprobado que uno es más receptivo a escuchar cuando lo solicita y no cuando se lo imponen.
Los animales no tiene ego por eso le funcionaron las teorías a Pavlov.
En los seres humanos la motivación va más de la mano del éxito que del fracaso. Por eso prefiero resaltar los éxitos de los chavales. Respecto a las correcciones… ¡hay que hacerlas!, evidentemente, pero es mejor que se las haga el propio alumno. En este sentido hay que ir preparando materiales, lo voy haciendo, que permitan esta autocorrección.
A pesar de los resultados del estudio no creo que esto puedan influir tanto en los índices de repetición pero seguro que influye en las ganas de estar en clase del alumno.
Comparto la primera apreciación de finalidades estadísticas pero eso no quita que el programa sea de efecto gratificante para los alumnos «medios» o «con dificultades».
Hace muchos años que los grupos que empezaron a experimentar, previos a la LOGSE, acordaron un principio de trabajo: el error como base del aprendizaje.
A partir de ahí, hay colectivos de profesores que han seguido profundizando la metodología/as que harían realidad ese principio.
En Educación Infantil, hemos trabajado sobre esta idea y algunos profesores decidimos eliminar el rojo del B o M por la reflexión autónoma que les llevara a contrastar su producción con la culturalmente aceptada.
También aprendimos que el error se produce en un grupo social determinado, en el grupo del aula, y que los gestores de estos errores podían y debían ser unos alumnos con otros.
En nuestra clases actuales en la que la lengua española no es la lengua cómoda, trabajamos en Londres, tenemos una norma: pregunta a alguien, pide ayuda o busca que es lo que no esta bien…
Al que ayuda… aprende que no debe dar una solución sino «pistas» para encontrar la solución.
Si un siete o un tres se escriben al revés ¿mira a ver dónde puedes comprobar si está correcto o no? ¿recuerdas para dónde miraba el siete? repasa los números que has escrito con un amigo en otra mesa, busca el puzzle de números y mira a ver como se escriben los números , investiga los números en el calendario…
La práctica que mejor nos resulta es la de la crítica constructiva en el grupo…di tres cosas que ha hecho bien y una que podría mejorar. Ya sabéis que no nos gusta ser criticados así que empezaremos por decir las buenas y en mayor cantidad y luego propondremos un pequeño esfuerzo para que la próxima vez sea un trabajo que os guste a todos.
En la evalucaión en el grupo, tenemos dos reflexiones…al empezar el tema, proyecto, lección, unidad didáctica…yo no sabía y ahora se…a lo que el grupo le apoya diciendo…antes tu no sabías y ahora sabes…
La evaluación forma parte del proceso de aprendizaje y en muchas ocasiones se desaprovecha porque hacerlo correctamente requiere mucho tiempo y hay profesores que tienen que dar clases a más alumnos de los que pueden atender debidamente.
Si cambiamos la evaluación lograremos cambiar el fracasado modelo educativo actual.
Un alumno no aprenderá automáticamente por el hecho de exponerle a determinada información, colocándole frente a un profesor o, en su lugar, ante unos contenidos digitalizados y validando el conocimiento a través de un examen que la mayoría de las veces premia la buena memoría.
Siempre me ha llamado la atención la siguiente afirmación de Javier Martínez Aldanondo que me parece relevante exponer en este interesante hilo de opiniones:
” Los niños aprenden a hablar porque sienten el deseo incontenible de comunicarse, aprenden a caminar porque sienten el impulso de explorar el fascinante mundo que les rodea. Lo intentan, fracasan mil veces y sus padres les ayudan y les tienen toda la paciencia del mundo hasta que por fin logran su objetivo. No conozco ningún niño que se haya deprimido en ese proceso y haya decidido no aprender a hablar ni a caminar. Si se fijan, hasta que tenemos 6 años nos valoran por las preguntas que hacemos, sin embargo a partir de los 6 años, nos empiezan a medir por nuestras respuestas. ¿Qué ha sucedido? El niño ha empezado el colegio. La educación formal se convierte en una camisa de fuerza que neutraliza el interés y el enorme caudal de motivación que cada niño tiene por conocer el mundo en el que vive. Nos damos el lujo de desperdiciar una energía de valor incalculable”
En relación al artículo, veo que establece la metodología de «evaluación de causas de errores para su futura repetición», un hecho que es más que evidente, ya que si se consigue actuar sobre esas causas, en un futuro, el error ya no va a ser cometido por parte de los alumnos.
El problema que presenta este proyecto, es que existe un interés inmediato en disminuir la cantidad de repetidores, cosa que «se consigue no castigando el error». Esto es un error de base muy grave, ya que sólo con recomendaciones, es muy difícil hacer pensar a un alumno que algo ha hecho mal y que se ha de mejorar, si no lleva asociado algún tipo de penalización. Además, las penalizaciones u otros mecanismos de reconducción, han de ser de aplicabilidad inmediata, ya que dilatarlos en el tiempo, sólo provoca que el efecto de reconversión sobre ese error se diluya para el alumno.
Un artículo interesante, rascando demasiado en la superficie,con algunos errores pedagógicos, de un problema educativo más general, que no se solucionará sólo con penalizar, o no, los errores.
Me parece un enfoque perfecto de la evaluación, que como «todos sabemos» no es calificar sino valorar y rectificar para que se pueda aprender. Si esto se hiciera más (yo desde luego lo hago) y se trabajaran tareas integradas, acabaríamos con un alto porcentaje del llamado fracaso escolar.
No es nada nuevo eso de que de los errores se aprende, es cierto que en la escuela se ha puesto más énfasis en sancionar el error que en utilizarlo como punto de partida de una estrategia didáctica, todo eso parte de un concepto erróneo de evaluación que se corresponde con un modelo de escuela segregadora y selectiva.
Creo que es por la evaluación por donde se ha de tirar del carro del cambio en la escuela, hay que desecharar la idea de asociar la evaluación únicamente con calificación y relacionarla más con el tema de competencias que ahora está tan de moda aunque resulte tan complicado.
En cuanto a la entrada si, no deja de ser uno de tantos titulares llamativos de prensa que nos transmite la idea de que han encontrado la piedra filosofal que resolverá los males de la educación.
Hola Luismi, evidentemente la decisión de «tomar los errores de los estudiantes como elemento central del proceso de aprendizaje» implica quitar de ese puesto de honor a los contenidos y al papel del docente como fuente del conocimiento en favor del trabajo del alumnado, el ‘learning by doing’ permite situar los avances (y los errores) de los aprendices en el centro de los procesos de aprendizaje.
No obstante, creo que lo más interesante que podemos aprender de esta experiencia es la necesidad de redefinir la forma en que evaluamos. Definitivamente evaluar no debe ser sinónimo de acreditar y cuando entendamos esta diferenciación la corrección de los errores dejará de ser un elemento inhibidor del aprendizaje para ser un elemento motivador.
En cuanto al comentario de Pedro creo que tiene razón en que cualquier acción mejorará los resultados en base a una situación inicial extrema, pero eso no nos debe impedir ver lo positivo que tenga la experiencia.
Termino, como Gregorio, con otra comparación, en este caso inspirada en el aprendizaje informal: cuando le enseñamos a nuestro hijo a montar en bicicleta, ¿qué hacemos cuando se cae? ¿…le quitamos la bicicleta? ¿…le castigamos? ¿…o aprovechamos el error que ha cometido para que aprenda a hacerlo bien?
Me ha encantado este enfoque metodológico a la hora de intentar corregir errores. Se me ocurre hacer un paralelismo que puede darnos idea de la validez del mismo:
Imaginemos que hay un edificio que está en llamas. ¿Cuál sería el correcto hacer de un bombero? ¿Subir a la cumbre y echar agua sobre las llamas? ¿O buscar dónde está el verdadero foco y dirigir hacia él su manguera?
El artículo de Clarín me parece una publicidad barata de un programa educativo que no tiene ningún rigor científico ni educativo Como tantos plames oficiales, la premisa es mejorar las estadísticas, un logro nada difícil de alcanzar, ya que se parte de una situación absolutamente extrema. Cualquier plan mejorará los resultados, lo que no significa que los chicos aprendan. Es absurda la frase de la especialista Silvina Gvirtz que aconseja no sancionar los errores de los chicos porque eso los inhibe y lo les deja pensar.